Por supuesto que hay miles de madres y padres que encarnan un reclamo genuino por el retorno de las clases presenciales. Pero cuando a ese reclamo se suben quienes entre 2015 y 2019 desfinanciaron el sistema educativo, bajaron los salarios docentes (vía brutales devaluaciones), eliminaron la paritaria, no construyeron jardines de infantes ni escuelas y dejaron que las existentes se siguiesen cayendo a pedazos, discontinuaron el plan Conectar Igualdad y un largo etcétera, lamentablemente ese pedido 100% legítimo se mancha. Eso lo deberían saber aquellos que, con la mejor intención, plantean la necesidad de volver a la presencialidad.
Dicho esto, hay que remarcar que el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, viene reuniéndose con las máximas autoridades de todas las provincias argentinas y la CABA para, precisamente, afinar los protocolos que posibiliten un gradual regreso a las aulas. La semana pasada visitó Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y tuvo un encuentro con el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, mientras que en estos días está recorriendo Chubut, Río Negro, La Pampa y Buenos Aires, para culminar, el viernes 12, con el anunciado cónclave del Consejo Federal de Educación (ente que agrupa a los ministros de Educación de todas las jurisdicciones del país) a fin de “ponerle la frutilla al postre”. De hecho, hoy Larreta brindará detalles del regreso a las aulas el 17 de febrero en Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Así las cosas, hay actitudes y declaraciones que hacen (mucho) ruido y que suenan a oposicionismo. El lunes de esta semana, Trotta se reunió con Rodríguez Larreta, y al cabo del encuentro el titular del Ejecutivo porteño dijo que “fue una reunión muy positiva (…) para coordinar juntos el regreso a las aulas el 17 de febrero (fecha fijada en la Capital) de manera cuidada. Trabajando en equipo, estamos avanzando para garantizar la presencialidad tan necesaria para nuestros chicos y chicas”. Entonces, ¿cómo se entiende que ese mismo día se haya convocado para hoy a una marcha y a un cacerolazo en distintos lugares del AMBA para pedir que regrese algo que se sabe que va a regresar? Raro.
Más extraño aún que, al día siguiente de ese encuentro Trotta-Rodríguez Larreta, la denominada ala dura de Juntos por el Cambio haya realizado frente al Palacio Pizzurno, sede del ministerio de Educación, un acto con unas 500 personas liderado por Patricia Bullrich, Alfredo Cornejo, Hernán Lomabardi, Fernando Iglesias, Luis Brandoni y otros, con consignas como “necesitamos vacunas contra el populismo y la educación es la única vacuna para eso”. Y carteles que rezaban “Educación sí, adoctrinamientos comunistas no (sic)”. Rarísimo.
Ayer se supo que 10 docentes y auxiliares que regresaron a las escuelas porteñas para preparar el retorno de las clases presenciales se contagiaron la Covid-19, y que a ninguno le hicieron tests antes de volver a trabajar. Pero (pese a la gravedad del asunto) dejemos por ahora eso de lado.
La pregunta de muchos, muchísimos, es porqué la oposición de derecha, con el infaltable apoyo de los medios de comunicación que cacerolean 365 por 24 contra el gobierno al ritmo de un periodismo que es lo que cada uno quiera menos independiente, eligió la educación como bandera para atacar al Ejecutivo nacional y de la provincia de Buenos Aires en particular.
¿Cómo es posible que aquellos que entre 2015 y 2019 le quitaron 36 puntos porcentuales al presupuesto educativo nacional ahora se pongan en el rol de defensores de la educación?
¿Cómo es posible que los mismos que en ese periodo rebajaron vía devaluación un 15% el poder adquisitivo de los docentes ahora digan que “llevamos trescientos días sin clases y eso es inexplicable (Patricia Bullrich dixit)” cuando miles y miles de docentes trabajaron en 2020 muchísimas más horas por día que cuando estaban en las aulas, procurando que sus alumnos y alumnas sigan estudiando?
¿Cómo es posible que aquellos que le pusieron punto final al plan Conectar Igualdad critiquen con la saña con que lo hacen el plan de continuidad pedagógica que se llevó a cabo el año pasado, a sabiendas de que si en esos cuatro años hubiesen repartido las netbooks que dejaron de repartir o que dejaron arrumbadas (100.000 como mínimo) las cosas hubiesen sido un poquitito más sencillas para miles de niños y niñas?
¿Cómo es posible que los mismos que no construyeron jardines de infantes ni escuelas (entre 2015 y 2018 se redujo un 2% la cantidad de unidades educativas en la provincia de Buenos Aires según datos de la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense -Chequeado, 6 de julio de 2019-) ni repararon los edificios escolares ahora griten “a las aulas ya” como si tuviésemos una estructura educativa similar a la de Finlandia?
Hay explicaciones varias. Han opinado psicólogos, sociólogos, antropólogos, licenciados en ciencias de la educación y otros especialistas. Pero hay un tema insoslayable: la oposición destructiva necesita tener todo el tiempo un tema para golpear al gobierno (de sumarse a construir, ni hablar), y como la cuarentena “más larga del mundo” no les dio el resultado esperado (hubo muchísmos errores, pero no se dejó morir gente en las casas por falta de camas u oxígeno como en muchos países latinoamericanos e incluso de Europa y EEUU); como la campaña contra la “vacuna rusa” fracasó en forma estrepitosa tras la publicación de sus excelentes resultados en la “biblia” de la medicina mundial (revista The Lancet) y el ofrecimiento de la lider alemana Angela Merkel de aprobarla y fabricarla en la Unión Europea; como la economía (golpeadísima como casi nunca) se está recuperando en V de acuerdo a los testimonios de los propios empresarios, incluso los grandes; entonces hay que buscar algo para hacer actos, marchas, ruido y tener la TV y la foto en los diarios. Eso es oposicionismo.
Hay que acompañar a los miles y miles de madres y padres que reclaman en forma genuina la vuelta a las aulas. Pero ellos deberían cuidarse de que algunos pillos no los utilicen -encuestas en mano y en un año electoral- para sacar tajada sobre un tema medular, la educación, que tras sus cuatro años de gobierno dejaron en coma. Y valga una aclaración: ya estaba muy herida, pero podía (y puede) recuperarse.