*Esta nota fue publicada originalmente el 25 de abril de 2021, dos semanas después de la primera vuelta electoral en las presidenciales de Perú y casi un mes y medio antes del balotaje*
“Creo que en las elecciones que se vienen -las de la segunda vuelta del 6 de junio- los peruanos deben votar por Keiko Fujimori, pues representa el mal menor y hay, con ella en el poder, más posibilidades de salvar nuestra democracia” (Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, diario Crónica de México, 19 de abril de 2021)
El jueves 11 de marzo, exactamente treinta días antes de las elecciones presidenciales en Perú, el fiscal anticorrupción de ese país, José Domingo Pérez, pidió 30 años y 10 meses de prisión para la candidata Keiko Fujimori y otras 40 personas por los delitos de “delincuencia organizada, lavado de activos, obstrucción a la Justicia, fraude en procedimientos administrativos y falso testimonio”.
En ese contexto, solicitó que se impida la salida del territorio nacional a la dirigente neofascista y empresaria peruana, hija mayor y heredera política del ex dictador Alberto Fujimori, quien hoy cumple una condena por crímenes de lesa humanidad y corrupción. La pesquisa, que inició en 2018, halló fuertes elementos que relacionan a Keiko con la financiación espuria de su campaña presidencial en 2011 (con 1,2 millones de dólares aportados por la constructora Odebrecht). Además, el partido Fuerza Popular que lidera habría recibido aportes por más de 3 millones de dólares del mayor grupo financiero de la nación andina, Credicorp, nunca declarados por la cúpula de esa fuerza (ver video al inicio de esta nota).
Esta es la mujer por la que llamó públicamente a votar en el balotaje peruano Mario Vargas Llosa (85), el brillante escritor que durante la campaña electoral argentina de 2019 le tiró un centro a Mauricio Macri para que éste cabeceara con todo el arco a su disposición.
Lo que no midió el ultraliberal literato peruano (quien no vive en Perú ni en América Latina, pero que un día sí y al siguiente también hace una campaña virulenta para que las derechas más recalcitrantes lleguen y/o permanezcan en los gobiernos del subcontinente) fue que ese cabezazo de Macri lo terminaría condenando a una derrota de la cual, hasta el día de hoy, el establishment argentino no se repuso.
-Dígame una cosa Presidente, si usted gana las elecciones, ¿va a cambiar su política en algo fundamental o va a continuar exactamente como hasta ahora? -preguntó Vargas Llosa a Macri, con aires de estar invitándolo a una reflexión profunda.
-Voy a tratar de ir en la misma dirección que estamos, lo más rápido posible. ¿Está bien? -respondió el entonces presidente argentino.
La platea rió y Vargas Llosa, con su soberbia característica, acompañó con una risita socarrona.
Contrincante de Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales de 1990, cuando perdió en segunda vuelta, Vargas Llosa fue luego un férreo opositor al político peruano-japonés, pero siempre desde su residencia en Madrid, donde vive junto a la celebrity Isabel Preysler, ex de Julio Iglesias; ex del V marqués de Griñón y XII marqués de Castel-Moncayo, Carlos Falcó y Fernández de Córdoba, y ex de Miguel Boyer, quien fuera ministro de Economía del primer gobierno de Felipe González.

Simpatizante comunista en su juventud, el escritor no viró al liberalismo extremo siendo mayor, sino en los primeros 70. Años en los cuales, por caso, las ideas del padre del ultraliberalismo (más conocido como neoliberalismo), Milton Friedman, se impusieron a sangre y fuego en Chile de la mano del genocida Augusto Pinochet.
Luego de ese terrible experimento social, cuyos efectos llegan hasta nuestros días (estallido social chileno de 2019 mediante), la también llamada “Escuela de Chicago” o “economía friedmaniana” se puso en práctica en la Gran Bretaña de Margaret Thatcher (1979-1990) y en los Estados Unidos de Ronald Reagan (1981-1989), también con consecuencias hasta la actualidad.
Volviendo a Perú, ¿qué hizo Alberto Fujimori? Se requeriría de más de una nota periodística para contar una de las peores experiencias que ha vivido Latinoamérica en el siglo XX. Básicamente, tras ser acusado de corrupción y bajo pretexto de combatir al grupo guerrillero maoísta Sendero Luminoso, en 1992 perpetró un autogolpe por el que disolvió el Congreso y el Poder Judicial incluyendo un impactante despliegue de tanques y militares, tras lo cual consolidó un régimen autoritario que se caracterizó por la corrupción y la violación sistemática de los derechos humanos.
Fue condenado en 2009 por asesinatos -incluido un niño de 8 años-, secuestros, torturas, entierros clandestinos de estudiantes y un profesor universitario, irrespetar el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal, las garantías judiciales, la protección judicial y la libertad de pensamiento y de expresión, homicidio calificado y asociación ilícita para delinquir. Un currículum vitae envidiable.
En plena campaña para las elecciones del último 11 de abril, su hija Keiko prometió “que de ganar las elecciones lo indultará”, dice el propio Vargas Llosa en la carta donde, luego, pide el voto para la candidata de Fuerza Popular.
A los 19 años, Keiko Fujimori fue coronada por su padre Alberto como primera dama del Perú luego de despedir violentamente de la residencia presidencial a su esposa Susana Higuchi, quien había denunciado a los hermanos de su marido por traficar con donaciones de ropa y de millones de dólares para los niños pobres que hacía el Gobierno de Japón.

Hace añares que las acciones para impedir gobiernos populares y/o de izquierda en América Latina cuentan con el apoyo de alguna que otra figura de renombre internacional, pero si esos apoyos cruzan la línea roja que ya cruzó el escritor Vargas Llosa al pedir el voto para un personaje imputado por gravísimos delitos de corrupción y relacionado con un ex gobierno dictatorial -no olvidemos que Keiko fue primera dama durante la autocracia de su padre-, los sectores realmente democráticos de América Latina deberían tomar nota: la derecha ya es ultraderecha y está dispuesta a todo para llegar y/o mantenerse en el poder.
SI ES FASCISTA PERO ULTRALIBERAL, VALE
¿Quién es el cuco que lleva a un intelectual desvariado a solicitar públicamente que los peruanos y peruanas voten por una neofascista? Pedro Castillo, un maestro rural, gremialista docente y dirigente social con fuertes raíces en el Perú profundo, tan profundo que el 11 de abril a la noche, cuando se confirmó su triunfo en la primera vuelta (casi 20% de votos sobre 13/14% de Keiko Fujimori), la CNN tuvo que pedir una foto del candidato.
Sobre Castillo ni siquiera existe una denuncia por haberse robado dos caramelos del kiosco cuando era niño. ¿Entonces Don Mario? Entonces, Castillo propone un Estado socialista. Cambiar la “economía social de mercado” que establece la Constitución actual -dictada durante la dictadura del padre de Keiko- por una “economía popular con mercados”; cambiar al Estado “supervisor” por un Estado “interventor, planificador, innovador, empresario y protector”, y renegociar el reparto de utilidades de las empresas extractivas transnacionales.
Además, propone aumentar el presupuesto para la educación del 3,5% al 10% del PIB, y alcanzar a todo el país con una campaña “analfabetismo cero” para la cual convocaría a 50.000 docentes.
En cuestiones sociales, Castillo es ultraconservador. Se opone a legalizar el aborto, a una ley de identidad de género y al matrimonio igualitario. Todo esto está relacionado con su procedencia territorial, que en Perú es clave. El líder de la ultraizquierda es “un docente rural, mestizo, provinciano, alejado del centro institucional (Lima) y del discurso liberal-urbano y políticamente correcto, capaz de interpelar y representar el hastío (de la población pobre e invisibilizada de la sierra y la selva) frente a la corrupción, la casta política y los poderes fácticos” (Gonzalo Armúa y Lautaro Rivara, ARGMedios, 15 de abril de 2021).

Las posturas de Pedro Castillo en materia de identidad de género y aborto representan un quebradero de cabeza para la ex candidata progresista Verónika Mendoza, la que los medios de comunicación peruanos atacaron en la campaña para las elecciones del 11 de abril, pensando que por allí venía el “zurdaje”, y se equivocaron de medio a medio por no conocer al Perú profundo, criticaron muchos politólogos. No obstante, nadie imagina que la dirigente, tan conocida en Lima como allí es desconocido Castillo, dé un solo paso que favorezca una posible presidencia de Keiko. Para Mendoza, al parecer, Castillo y Keiko no son lo mismo, como lo fueron Scioli y Macri en 2015 para la izquierda argentina, que promovió el voto en blanco.
Ahora, el blanco de los grandes medios de comunicación, 7 por 24, será Castillo. Comunismo, Venezuela, socialismo del siglo XXI, expropiaciones, Sendero Luminoso, serán apenas algunas de las palabras y expresiones que la comunidad peruana escuchará día y noche con el fin de que termine votando a Keiko, la fascista que, después de todo, al igual que Bolsonaro en Brasil enarbola un plan económico ultraliberal. Más aún teniendo en cuenta que por ahora, y sólo por ahora, el líder de ultraizquierda va primero en las encuestas. Pero eso no es lo que preocupa al poder, sino que el 55% de la sociedad dice que nunca votaría por Keiko, mientras que el 33% responde lo mismo sobre Castillo.
La última vez que el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa hizo campaña fue en 2016, cuando llamó a votar por Pedro Pablo Kuczynski, un ex banquero de Wall Street que tuvo un opaco gobierno -durante el cual indultó a Alberto Fujimori, hecho que la Justicia luego deshizo- y que renunció en marzo de 2018 salpicado por el escándalo de corrupción de la megaconstructora brasileña Odebrecht
LAS VENAS ABIERTAS
Mientras Brasil no sabe cómo salir de las garras de Jair Messias Bolsonaro, quien en su última desventura amenazó con sacar el Ejército a las calles si se desatara un “caos por el hambre” que azota al país a causa de la pandemia que él mismo disparó hasta el infinito; en Paraguay desgobierna Mario Abdo Benítez, descendiente de la dinastía política creada por el dictador Alfredo Stroessner -de quien Bolsonaro se declaró públicamente admirador-; Bolivia avanza pero sin salir del estupor que provocó en la sociedad el golpe de Estado a la vieja usanza que derrocó a sangre y fuego a Evo Morales; ahora Perú se enfrenta a una encrucijada que podría llevar a una fascista al poder, con apoyo de intelectuales desvariados pero con reconocimiento y espacio en los principales medios internacionales.
Bolsonaro fue un candidato promovido por el establishment de Brasil con el objetivo de evitar que el PT de Lula vuelva al gobierno. Hoy Brasil está al borde del abismo, literalmente. Pero no hay que olvidar que la clase alta brasileña perdió migajas desde que comenzó la pandemia e incluso, en varios estados, aumentó su fortuna.
-Ojo que en 2023, en Argentina se puede venir un gobierno de Fulana o Mengano.
-No, acá nunca podría gobernar Fulana o Mengano.
La conversación, con nombres y apellidos propios, se ha escuchado más de una vez de un tiempo a esta parte. Sí, acá también hay ultraderecha. Sólo que no tiene fuerza política exclusiva sino que se difumina en una amplia coalición de derecha. Las venas de América Látina están más abiertas que nunca.