El 27 de mayo de 1976, Raymundo Gleyzer fue secuestrado de su hogar por un grupo de tareas de la última dictadura militar. No sólo se lo llevaron a él, también robaron dinero, discos, diapositivas, libros y un televisor, pero ninguna de las latas con toda su obra. En su honor se declaró el 27 de mayo como el Día del Documentalista.
Gleyzer fue el primer cineasta argentino que documentó audiovisualmente la vida en las Islas Malvinas. Trabajó como cronista y camarógrafo para Canal 13. En el marco de una serie de informes periodísticos, viajó hasta el archipiélago para filmar “Nuestras Islas Malvinas” -elegida como el impacto periodístico de 1966-.
Comprometido con la realidad social y política de América Latina, produjo largometrajes y documentales entre los que podemos mencionar: “La Tierra Quema” (1964), “México, la revolución congelada” (1970), “Ni olvido,ni perdón” (1973), “Los traidores” (1973).
Como parte de su militancia política y cultural, en la década de 1970 creó el grupo «Cine de la Base» junto a cineastas militantes, proponiendo la cámara como herramienta de transformación social. Junto a ellos organizó y proyectó sus filmes en barrios, escuelas, universidades y fábricas; la gran mayoría de sus obras, para ese entonces, debían ser filmadas y estrenadas en la clandestinidad.
Gleyzer, que en ese entonces tenía 34 años, y «Cine de la Base» agrupaba a diversos militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores y del Ejército Revolucionario del Pueblo. Antes de eso, Raymundo fue fotógrafo, camarógrafo, realizador integral de documentales y periodista corresponsal de Canal 13. En su búsqueda política y estética fue construyendo un modo de hacer que estuvo fuertemente imbricado por el contexto de época y las posibilidades/limitaciones creativas.
En «Haroldo, la Revista del Conti», se informa detalladamente que su filmografía empieza con un corto de ficción El círculo, (1963), aunque habitualmente se tome la realización en el nordeste brasileño, La tierra quema (1964), como su inicio en el documental, que también explorara durante esos años junto a Jorge Prelorán. México, la revolución congelada (1971) fue su primer largometraje.
A partir de 1972, su relación con el PRT se intensifica y conforma «Cine de la Base» para la producción cinematográfica destinado a difundir la ideología del partido. El grupo filma comunicados absolutamente clandestinos, como el del Banco Nacional de Desarrollo y el de Swift, en 1972, así como el urgente mediometraje Ni olvido ni perdón, sobre la fuga y fusilamiento de los presos en Trelew. Los traidores (1973) fue, sin dudas, su obra máxima. El cortometraje Me matan si no trabajo y si trabajo me matan (1974), sería el último de los trabajos de Cine de la Base que contara con su participación.
La preocupación de Gleyzer -a la par de aquellas aparejadas a cualquier intento de producción cinematográfica, sumada ésta a condiciones de clandestinidad- era que las películas llegasen al pueblo. Los sectores populares, entendía, no iban al cine: al cine iba la clase media. ¿De qué manera acercar el discurso a la clase obrera? «Cine de la Base» planeaba generar lugares de proyección en los barrios, concretar esa definición característica del cine militante por la cual la proyección se transforma en acto, en hecho político. “Nosotros pensábamos en el público desde el campo, y él, desde el contracampo: dio vuelta el telescopio.
Se puso en el lugar del receptor desde el momento en que empezó a plantear su película, colocó al espectador en el comienzo mismo del proceso de realización de sus films”, dice Fernando Birri en El cine quema. Raymundo Gleyzer. Incluso, Gleyzer había planeado una adaptación de Los traidores a fotonovela, pensando en un lenguaje y formato de consumo popular, para que los obreros la lean a la salida de las fábricas.
Así, el cine se transforma en una herramienta de acción política, en un espacio desde/sobre el cual actuar. El cine como un arma, no con una voluntad militarista capaz de empobrecer las discusiones políticas y estéticas que lo fundamentan; sino para tomar conciencia de su poderío, de sus alcances inexplorados por la maquinaria del entretenimiento. Un acto que se enriquece a partir de la participación, del trabajo colectivo, de la unidad en la acción junto con otras y otros que compartan las mismas ideas, las mismas luchas.