“Ustedes miren lo que pasa en Europa, luego lo que ocurre aquí, y ahí van a tener el diario del lunes para prepararse”.
El dueño de la frase es un destacado médico platense del Hospital Universitario Johns Hopkins de los Estados Unidos, donde se creó el famoso mapa mundial del coronavirus ni bien la OMS lo declaró como pandemia. El profesional se refería al periplo del virus SARS-CoV-2. Y tal lo dicho, siempre fue así. Lo que ocurría en el viejo continente después se replicaba en el gigante del norte y, finalmente, llegaba a Sudamérica.
Hay un fenómeno que, paradójicamente (o no), ha seguido la misma ruta. Por supuesto, ni tan peligroso ni contagioso, pero que ya está entre nosotros: el de la ultraderecha política.
La prensa hegemónica le ha puesto mil nombres. Quizás para confundir. No sería extraño viniendo desde ese sector del poder. Pero el favorito, sin lugar a duda alguna, es populismo.
Por ejemplo, en Europa llaman populismo a la ultraderecha francesa encarnada por Marine Le Pen y a la española liderada por Santiago Abascal Conde, pero a la vez, en España definían con el mismo adjetivo al izquierdista Podemos (¿?). Mas luego, han categorizado como populismo al trumpismo a la par que al chavismo, al socialismo boliviano, al correísmo ecuatoriano y al peronismo/kirchnerismo. Un despropósito.
Pero no es ese el tema. Lo cierto es que ese “virus político” hizo el mismo recorrido. Datos duros: en las presidenciales francesas de 2012, el socialista François Hollande obtuvo en primera vuelta 28,6% de los votos; el derechista liberal Nicolás Sarkozy, 27,1%, y la ultraderechista Marine Le Pen, 17,9%, lo que le impidió llegar al balotaje.
Hay un fenómeno que, paradójicamente (o no), ha seguido la misma ruta del coronavirus, es decir, Europa-EEUU-Sudamérica. Por supuesto, ni tan peligroso ni contagioso, pero ya está entre nosotros: la ultraderecha política
Cuatro años más tarde, Donald Trump se impuso a Hillary Clinton e inició una de las presidencias más temibles que se recuerden en la primera potencia mundial, a punto tal que sus partidarios llegaron a tomar el Capitolio (Congreso) y, hasta hoy en día, un porcentaje peligrosamente alto de la sociedad estadounidense sigue creyendo que el año pasado, cuando Joe Biden le arrebató la presidencia al multimillonario, hubo fraude.
Un año después, en 2017, las presidenciales francesas enfrentaron en primera vuelta al liberal Emmanuel Macron y a la ultraderechista Marine Le Pen. Los resultados encendieron todas las alarmas en el viejo continente. Macron apenas superó a Le Pen por 24% a 21,3% y tuvieron que definir la elección en un balotaje (el padre de Marine, Jean-Marie Le Pen, había sentado precedente en ese sentido en 2002). Movilizados no por el amor sino por el espanto, los franceses fueron masivamente a votar en segunda vuelta y consagraron a Macron.
En Europa también crecieron y mucho la formación ultraderechista Alternativa por Alemania, los neofranquistas de Vox en España, y se consolidaron gobiernos de ese signo político en Hungría y Polonia. Además “los partidos de extrema derecha son la segunda fuerza más votada en las últimas elecciones generales celebradas en Italia, Dinamarca, Países Bajos, Suiza y Finlandia. Y los ultraderechistas son la tercera fuerza en Alemania, Suecia, Austria y Grecia (Diario ABC de España, 10 de mayo de 2021).
En 2018, en Brasil, un Lula que en todas las encuestas le llevaba 20 puntos porcentuales de ventaja al ex capitán del Ejército, diputado federal (nacional) eterno y gran defensor de la dictadura, el evangelista Jair Messias Bolsonaro, fue puesto preso sin pruebas y, de ese modo, corrido de la escena electoral. Conclusión, Bolsonaro se convirtió en presidente y el gigante latinoamericano lo sufre hasta hoy.
Video.- C5N – Sobredosis de TV
https://youtu.be/xAZy9n74B_k
Juntos por el Cambio y la fuga por (extrema) derecha
Hoy se habla mucho de Javier Gerardo Milei. Y los programas de la prensa hegemónica “le prestan” muchísimo espacio. Desde la vereda de enfrente algunos, erróneamente, lo califican como un “payaso”. Lo mismo decían en EEUU de Donald Trump y en Brasil de Jair Bolsonaro. Ahora bien, ¿quién es y, sobre todo, qué propone Milei?
Con su postura de hombre desencajado, que obtura cualquier posibilidad de entablar con él un debate serio (porque ese no es su deseo), aboga por incendiar el Banco Central, por eliminar la moneda local (el peso) y cambiarla por el dólar, dice que el cambio climático es un invento del socialismo y que el Papa Francisco impulsa el comunismo.
¿Por qué entonces su intención de voto se ha más que duplicado en los últimos tres meses y ha crecido 2 puntos porcentuales en los últimos 15 días según una encuesta reciente realizada por Proyección Consultores que, en líneas generales, coincide con otras encuestas que no están vendidas al mejor postor?
La ultraderecha jamás propone un proyecto de país. Parte de 2 ó 3 verdades o medias verdades para armar un discurso simplista detrás del cual, indefectiblemente, se esconde el ultraliberalismo que dejará fuera del mapa incluso a sus propios votantes
Digamos que Milei, como todos los ultraderechistas, parte de dos o tres verdades a medias (o medias verdades). Un Estado elefantiásico (que la pandemia puso más aún en tela de juicio pues el Estado siguió funcionando con la inmensa mayoría de su personal en casa); una carga tributaria excesiva sobre autónomos, comerciantes y pymes (tema sobre el que la gestión de Martín Guzmán viene trabajando pero cuyos resultados, desde ya, no se verán en breve), y el clásico “todos los políticos son iguales”. Que no lo son. Pero sí aquellos que los grandes medios de comunicación hacen desfilar adrede, un día sí y al siguiente también, por sus programas de debate donde no se debate nada porque todos gritan.
Parada desde ahí, la ultraderecha jamás propuso, propone ni propondrá un proyecto de país. Solamente ideas mesiánicas que, increíblemente (o no), en los programas de la TV hegemónica no refutan. Como mucho, hacen alguna pregunta superficial.
Por caso, cuando Milei estuvo en TN postulando la eliminación del Banco Central y de la moneda nacional como la gran solución a todos los problemas de este mundo (sin la máquina de fabricar billetes y sin moneda propia se terminarían la inflación y la corrupción), uno de los conductores le preguntó “¿En qué país desarrollado no existe Banco Central?”. El economista de 50 años graduado en la elitista y privada Universidad de Belgrano no le respondió.
Video.- TN (Todo Noticias)
Y no lo hizo porque no hay respuesta. No tienen banco central Panamá (un gran paraíso fiscal tristemente conocido en Argentina por las cuentas offshore del ex presidente y líder de la oposición, Mauricio Macri), Andorra (otro mega paraíso fiscal), Ciudad del Vaticano (bueh…), Mónaco y las Islas Marshall (más de lo mismo). No obstante, cuando Milei, con su puesta en escena neofascista, gritó “¡nosotros vamos a quemar el Banco Central!” en un acto reciente, cientos de asistentes, en su inmensa mayoría jóvenes, lanzaron una cerrada ovación. ¿Se nos permite dudar de que supieran lo que significa un país sin banco central?…Muchas gracias.
A diferencia de la genocida ultraderecha del siglo XX, la del siglo XXI es racista, xenófoba, autoritaria, violenta, antirrepublicana y sectaria también, pero muy lejos de ser nacionalista, debajo de sus consignas facilistas que giran en torno a una “libertad individual absoluta” que seduce a muchos jóvenes, esconde un programa económico ultraliberal. El mismo que hizo estallar Chile en mil pedazos luego de tres décadas; que llevó a la sociedad peruana a dividirse 50 y 50 sin la más mínima garantía de continuidad democrática; que colocó a Colombia al borde de una guerra civil, y a Brasil al borde del abismo. Se autodenominan “libertarios” (libertarios fueron los partisanos y partisanas que lucharon arriesgando su vida y en miles de casos perdiéndola contra el nazifascismo en Italia…Un poco de respeto).
Pero ojo, no es un fenómeno pasajero. Si la clase política sigue sin dar respuestas concretas a los problemas concretos de la gente, estos fenómenos no desaparecerán; al contrario.
Dicen que dicen que el poder económico estaría impulsando a Milei para “correr a Juntos por el Cambio por derecha”. No quieren que se mueva hacia el centro para pelearle al Frente de Todos en su propio terreno, sino que polarice al máximo. Y como JxC está perdiendo votos a manos de Milei, Horacio Rodríguez Larreta ya se resignó a que Mauricio Macri (la derecha de la derecha cambiemita junto con Patricia Bullrich) se sume a la campaña electoral.
El anticuerpo
El gobierno de Alberto Fernández no termina de convencer a los peronistas. Por eso salió a la cancha la líder natural de ese espacio, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Pero en la CABA se está dando un fenómeno muy interesante para seguir: la irrupción de Leandro Santoro, un licenciado en Ciencias Políticas y docente de la UBA de 45 años que emerge como una suerte de síntesis de lo mejor de la tradición radical en conjunción con las históricas banderas peronistas.
“La idea de Perón de los anticuerpos es característica de su visión del Movimiento nacional: compara el funcionamiento del Movimiento con el de un organismo, entonces, los anticuerpos son los que surgen de algún modo para preservar la existencia y garantizar la continuidad de ese organismo. ¿Cómo? Ante cualquier acción desmedida nace necesariamente una respuesta de índole contraria”. Santoro se parece mucho a un anticuerpo.
Manuel Zunino, director asociado de la mencionada empresa Proyección Consultores, contó el jueves 18 de agosto que entre el viernes 13 y el lunes 16 de este mes entrevistaron a 742 personas en la Capital Federal. Los resultados de la encuesta “confirmaron tres datos que habían aparecido en la que realizamos 15 días antes”, señaló, en referencia a la importante intención de voto que tiene Leandro Santoro, a la fuerte imagen negativa de María Eugenia Vidal (el 25% de quienes votaron a JxC en 2019 la rechaza, y el diferencial entre imagen negativa y positiva hoy le da -10%) y al rol que cumplirá en estos comicios Javier Milei.
Leandro Santoro, un licenciado en Ciencias Políticas y docente de la UBA de 45 años, emerge como una suerte de síntesis de lo mejor de la tradición radical en conjunción con las históricas banderas peronistas
Dijo Zunino que “cuando se pregunta por fórmula (no por fuerza política)” la que encabeza Santoro tiene una intención de voto del 32,3%; la que lidera Vidal, 30,1%, y la de Milei (secundado por Victoria Villarruel, presidenta del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas) 8,5% en ascenso, lo que implica un crecimiento del ultraderechista de 4 puntos en los últimos 90 días y de 2 puntos en los últimos 15. Otro dato: la izquierda no supera el 4% y Santoro le está “quitando” el 20% del electorado que tuvo en 2019. Finalmente, 8 de cada 10 votos de Milei provienen de personas que en 2019 votaron a JxC.
Leandro Santoro (Yrigoyen.com)
Dialoguista, pero no ingenuo; con argumentos sólidos para dar el debate a cualquiera; muy bien informado; con gran capacidad de escucha (no suele pisar a quien le está hablando o preguntando); dueño de un discurso que enaltece la democracia, las instituciones y la República (al mejor estilo de los radicales de antaño) y que al mismo tiempo promueve una Argentina industrial, con fuerte desarrollo de la producción nacional y el trabajo argentino (legado peronista), Santoro tiene votos de sectores que en CABA nunca pusieron en la urna una boleta justicialista, al tiempo que conserva y fideliza el voto propio.
Una mezcla de los legados de Yrigoyen y Perón, de Alfonsín y Néstor Kirchner. Escucha a todos y propone el diálogo (no para la foto sino el productivo) como camino para salir de la gran crisis que provocaron -dice- el macrismo y la pandemia.
Es muy complejo presentar dos modelos de país a partir de dos políticos. Pero no lo es postular dos formas de entender la política y, mejor aún, la vida cotidiana. Milei y Santoro son dos opciones antagónicas. Habrá que ver cuál elige la mayoría de la sociedad.
Video.- A24 – Leandro Santoro con Maxi Montenegro