Si va a llover o caer granizo, y el horario exacto en que sucederá. Necesitamos saberlo con anticipación, vivimos pendientes del clima. No por casualidad, cuando encendemos la tele a la mañana aparecen periodistas «especializadas» -el género femenino se impone en la temática- que, simpáticamente y otras no tanto, nos auguran un día más o menos amigable.
Necesitamos saber qué va a pasar cuando salgamos o vayamos a la escuela, el trabajo o para organizar alguna escapada con amigos; desde el lunes pretendemos estar al tanto si el sábado que viene el tiempo nos acompañará para hacer el asadito a la noche o jugar al fútbol al aire libre. Y la verdad, la meteorología tuvo un avance tan importante en los últimos 30 o 40 años, que nos permite estar al día con el pronóstico con un margen de error muy acotado.
Existen cientos de Apps para celulares y tablets que nos informan minuto a minuto y hasta con quince días de anticipación, lo que nos deparará el tiempo, la temperatura, si en el cielo el dueño será el sol o, si en cambio, las nubes lo taparán.
Al finalizar el año 2012, en la UNLP, se aprobó la creación de la carrera de Meteorología y Ciencias de la Atmósfera, convirtiéndose de esta manera en la segunda universidad pública del país en contar con ese título de grado.
Las páginas web del clima se perfeccionan día a día. No hay lugar en esta época, en 2021, para nosotros los mortales, de no enterarnos siquiera de casualidad, cómo nos va a tratar el clima en cada instante, en cada paso que damos por nuestras vidas.
Si usted, estimado lector, cree que no es tan así, pues haga la prueba: propóngase no enterarse y, si lo consigue, realmente es un mago. Podríamos esquivar la tele, las apps, las páginas especializadas y todo lo demás, pero aparecerán millones de comentarios al respecto en la cola de los bancos, la verdulería de la esquina de casa, el colegio, el trabajo, o donde nos toque estar. Es imposible no enterarse si a la noche lloverá.
Hoy sabemos hasta si saldrá el arco iris, uno de los fenómenos más hermosos que se dibuja en el cielo.
Los fenómenos naturales, los desastres climáticos traducidos en tormentas de mayor magnitud que las que conocíamos, inundaciones, huracanes y tornados donde no los había, o sea los cambios que ha sufrido «el tiempo» a causa de la mano de los humanos que no cuidamos el medioambiente en el planeta -por eso hay cumbres a nivel mundial donde los principales protagonistas de los gobiernos buscan ponerse de acuerdo para evitar un desastre aún mayor- representan una de las causas principales, sin dudas, de que tengamos que vivir, a veces hasta sin quererlo, pendientes de lo que nos va a deparar el clima a futuro de corto, mediano y largo plazo.
Especialmente a los platenses, la trágica inundación del 2 de abril de 2013 nos marcó a fuego en esto de necesitar saber del clima. Y no es para menos. Aún todos recordamos cada detalle de ese drama, de lo que sufrimos en cada barrio, en cada rincón, y memoramos a los cientos de muertes, lamentables, inolvidables entre tanta tragedia.
QUE LINDO ERA…
Por eso, decir hoy que hubo épocas en las que la lluvia nos sorprendía, suena casi irreal. Pero así era en un pasado no tan lejano. A lo sumo, salía la abuela o el abuelo al fondo, miraba el cielo, y presagiaba con un margen de error alto. Si nos decían que iba a venir tormenta, para frenarla se acostumbraba a hacer una cruz con sal en el suelo.
Recuerdo un momento de esos, en particular, que transcurrió en el año 1982. Un verano realmente duro, con temperaturas agobiantes y nada, lo que es decir nada de nada, de lluvias, durante más de un mes. En el barrio La Loma jugábamos a la pelota en el Parque Alberti, de 25 y 38. Eran alrededor de las 5 de una tarde de febrero y en la tierra seca, ya sin pasto por la sequía, el fútbol de gajos de cuero iba y venía de un arco a otro. Y cayó una gota, después otra y en menos de cinco minutos estábamos en medio de una lluvia torrencial. El «picado» paró por completo para que nos quedemos todos los pibes mirando al cielo, muchos con los brazos abiertos, contentos, felices, la lluvia por fin nos había sorprendido. A nadie, antes de la inclemencia del tiempo, se le había ocurrido decir «… miren que está anunciado un diluvio…», a nadie, y por eso lo disfrutamos a pleno.
Las calles 23, 24, 17 y 18, por mencionar algunas, desde 35 hasta 40, quedaron cubiertas de agua y todos descalzos volvimos chapaleando hasta la esquina de 37 y 17 donde nos juntábamos. Seguía lloviendo. La gotas bien contra la cara y todo el cuerpo. Se me vino la canción de Joan Manuel Serrat:
«De vez en cuando la vida
Nos besa en la boca
Y a colores se despliega como un atlas
Nos pasea por las calles en volandas
Y los sentidos en buenas manos»
En ese momento, me doy cuenta ahora, sentía la felicidad de haber sido sorprendido por el clima. Sé que eso no volverá a suceder, a cada paso alguien habla de qué va a pasar con el tiempo, no sólo en un rato, sino también de acá a 15 días, un mes…Al año siguiente, en 1983, exactamente el 10 de diciembre, volvió la democracia a nuestro país, en Plaza de Mayo habló el nuevo presidente, Dr. Raúl Alfonsín, el pueblo lo saludó fervoroso…fue un día de sol con un poco de viento…