Cuando las décadas de los 60 y los 70 se encontraron, el rock nacional tenía aproximadamente unos cinco años de vida. Si bien conoció un público realmente importante y fiel a partir de la publicación en 1967 del tema La Balsa, de Tanguito y Litto Nebbia e interpretado por Los Gatos, llevaba más tiempo cocinándose en garajes o dormitorios de casas de jóvenes que no aceptaban cantar en inglés y que renegaban de la música comercial fabricada para el mundo juvenil, la cual conoció su primera época de oro con el programa de TV El Club del Clan (1962-1964).
No obstante, el Club del Clan, donde sobresalieron entre muchos otros Palito Ortega, Violeta Rivas, Johnny Tedesco, Raúl Lavié, Lalo Fransen y Chico Novarro, no chocó de frente con los hijos del bar-teatro La Cueva y la confitería La Perla del Once, los míticos reductos donde se reunían a tocar (en el caso del primero) y a charlar y componer (en el caso del segundo) quienes a la postre serían los pioneros del rock en castellano.
Pero el surgimiento de Música en Libertad en 1970 de la mano de Alejandro Romay, un natural visionario para los negocios, y de Alta Tensión en 1971, un producto de la discográfica multinacional RCA Victor, como la remake setentista del Club del Clan, abrió una brecha entre los jóvenes que se denominó -tiempo después y con el diario del lunes- Rockeros versus Comerciales. Y en verdad, no tenían puntos en común.
Eran años de dictadura, y mientras a los rockeros los corrían de todos lados y dos por tres los llevaban presos a los golpes, los chicos y chicas que bailaban y cantaban (o, en muchos casos, hacían mímica) en los exitosísimos programas que ponían al aire los canales 9 (Música en Libertad) y 13 (Alta Tensión), eran presentados como los yernos o nueras que todos los padres de las “familias de bien” querían tener.
Quiero gritar que te quiero (Quique Villanueva)
https://youtu.be/I_18WTo_r10
Presente (Vox Dei)
“Los incipientes pioneros del rock como Manal, Almendra, Los Gatos y Vox Dei no quieren saber nada (con aparecer en TV), se resisten a la idea de ser utilizados a tales fines. Esos roqueritos de pelo largo son unos inadaptados sociales, inmanejables e indomables”, escribió con fina ironía el periodista y músico Eduardo Barone, poniendo esas supuestas palabras en boca de un imaginario gerente comercial de una gran discográfica, en su artículo Alta Tensión vs. Música en Libertad: clásicos rivales de la tele de los 70 (Clarín, 20 de marzo de 2020). “¿Y entonces qué hacemos?”, imaginó Barone que el hombre le preguntaba a su ejército de marketineros, y respondía: “Fácil: repetir la fórmula del éxito. Si funcionó una vez… (en alusión al Club del Clan)”.
Pero en una década la juventud había cambiado. Palito, Johnny Tedesco, Jolly Land y compañía habían quedado demodé. Se necesitaban nuevos ídolos para una nueva generación. “No hay problema. Aquella vieja idea se reformula, se maquilla, se le hace un lifting y, luego de un estudio de mercado, se determina que los próximos ídolos del pueblo joven deben ser chicas y muchachos de barrio que impongan moda casi sin quererlo”, completó la idea Barone.
Y así fue. El propio Raúl Padovani, quien pasó a la historia como el intérprete de la canción Una Noche Excepcional escrita por Palito Ortega, cuando se cumpliron las bodas de plata de Música en Libertad y algunos de los integrantes del staff de Cactus y Margaritas -como se llamaba a los bailarines y bailarinas- lo “festejaron” en el programa de Susana Giménez, recordó esa premisa de que ellos y ellas debían ser pibes y pibas que uno se pudiese encontrar en el barrio.
«Lo que es arte va por un lado y lo que es un puto comercio va por otro, y no se pueden conciliar, es muy difícil que las dos cosas vayan de la mano» (Luis Alberto Spinetta)
Música en Libertad salió al aire por primera vez en 1970 conducido por Leonardo Simmons y Maisabé. Romay, un visionario también en hacer muchísimo dinero con la mínima inversión, montaba cada día en el estudio una gigantografía del cantante, el cual, por supuesto, no estaba presente, mientras los Cactus y las Margaritas bailaban alrededor. Otra marca registrada de Romay, sacarle jugo a las piedras (hacer trabajar a todos a destajo y por poco dinero), llevó a que en un momento los chicos y chicas salieran al aire de lunes a viernes a las 18, los sábados en Sábados de la Bondad y los domingos en Feliz Domingo.
Mientras las chicas y muchachos vestidos a la moda -pantalones y camisas o chombas de vivos colores para ellos, con el pelo jamás muy largo, y minifaldas o minishorts para ellas con cabellos perfectamente arreglados y maquillaje abundante- se convertían en ídolos de la inmensa mayoría de la juventud (algún que otro programa tocó, dicen, los 50 puntos de rating), Almendra se reproducía en tres bandas: Luis Alberto Spinetta armaba Pescado Rabioso, Edelmiro Molinari daba a luz a Color Humano y Emilio del Guercio y Rodolfo García a Aquelarre; Manal se erigía en el primer grupo de blues puro y duro en castellano; Moris hacía de El Oso un himno a la libertad en plena dictadura; Vox Dei grababa la primera obra conceptual de rock en español (La Biblia, con el tiempo considerada un hito dentro del género en toda Iberoamérica) y Pappo’s Blues marcaba el compás del inicio del rock duro en Argentina y Latinoamérica. Y todos, músicos y seguidores del rock, sufrían un fin de semana sí y al siguiente también los palos de la policía.
“Las flores se sonríen, los pajaritos cantan, tu cuerpo se estremece y un beso yo te robo”, cantaban los chicos y chicas de Música en Libertad para recibir a la primavera que, por supuesto, traería bajo el brazo un disco con los hits del momento. “Violencia en el parque de la ciudad, terror en las rutas hay, y así convierten tus manos en fuego (…) Quién te puede parar, cuando el ave sopla luz de libertad”, era la forma en que Aquelarre denunciaba, al mismo tiempo, el ambiente sofocantemente represivo que vivía otro sector de la juventud (ese tema fue incluido en una lista negra a partir del 24 de marzo de 1976).
Como se ve, no había muchos puntos en común entre la creación comercial de los empleados de marketing de las grandes discográficas y los canales de TV y quienes tenían una identificación innegociable con el primer movimiento de rock con lengua e identidad propias en Iberoamérica.
«Las chicas y los chicos de Música en Libertad»
Violencia en el parque (Aquelarre)
Algún que otro pantalón oxford, un pelo ligeramente más largo que “lo permitido” por la dictadura (barba, nunca jamás) y muchas flores en vestidos-minifaldas tratando de arrebatarle un elemento al hippismo eran lo máximo que se podía hallar en común entre ambas corrientes.
Desde la vereda del rock, ya con Sui Generis, Invisible (tercera banda de Spinetta), León Gieco y Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll (pioneros del heavy metal argento) en escena, nadie quería saber nada con la vereda de enfrente.
Quien fue integrante activa de la primera comunidad de rockeros y luego pegó un salto fue Valeria Lynch. Ella explicó mejor que nadie el clima de esa época cuando contó cómo llegó a grabar -muchos años después- con Pappo Napolitano. “(El rock) era marginal y estaba prohibido. Nos metíamos en los sótanos, único lugar donde podíamos cantar, con Horacio Fontova, con el Negro Rada, con un montón de gente que estaba dando sus primeros pasos, como yo. (Luego) pasé a hacer un género más internacional, porque el rock seguía en los sótanos y me moría de hambre”, rememoró entre risas, para agregar que “no era fácil vivir en Argentina en la época del hippismo y el flower power”.
Como esos círculos superpuestos que nos enseñaron en la escuela primaria, musicalmente hablando y en una estrechísima área en común de dos de ellos se podrían apuntar dos temas como asequibles a esos mundos tan pero tan disímiles: La Balsa de Los Gatos por el lado rockero, y El Extraño de Pelo Largo, de La Joven Guardia, por el comercial. De hecho, este último tema aparece en el puesto 47 de Las 100 canciones más destacadas del rock argentino, aunque elaborada por la revista Rolling Stones y la Cadena MTV. No pocos músicos, productores y seguidores criticaron esa lista.
Spinetta no parecía muy de acuerdo en mezclar las cosas, al menos a la luz de lo que declaró acerca de la forma en que la prensa tomó el disco 1 y el disco 2 de Almendra. Y quién sabe Emilio del Guercio y Rodolfo García, que en el aniversario 39º del golpe cívico-militar fueron recibidos de pie y con aplausos en Tecnópolis por el público que acudió al festival donde numerosos artistas interpretaron canciones prohibidas entre 1976 y 1983. Antes de cantar Violencia en el Parque, el guitarrista leyó: “Hicimos nuestra música a pesar de todas las circunstancias que vivíamos. Son simples canciones, no revoluciones. Son miles de latidos que nos mantienen unidos. Risas y llantos que algunos pescamos en este gran río en el que todos viajamos”.
Spinetta, Charly García y Ricardo Iorio hablan sobre la música comercial
Emilio del Guercio habla sobre el rock y las dictaduras
La competencia televisiva por el público joven se entabló al año siguiente del estreno de Música en Libertad, cuando el 17 de septiembre de 1971 Canal 13 puso al aire, con la conducción de un jovencísimo Fernando Bravo, Alta Tensión. El programa, con el respaldo de la multinacional RCA Victor, tenía más intérpretes en vivo, aunque en principio iba sólo los sábados a las 13. Luego, en busca de pelearle a Romay su exitoso espacio, comenzó a emitirse también los días de semana durante 30 minutos.
En Alta Tensión también había chicos y chicas que bailaban los pasos que estaban de moda en los boliches y que “todos querían aprender”, al tiempo que cantaban artistas como Tormenta, Palito Ortega, Heleno, Donald, Rubén Mattos, Bárbara y Dick, Carlos Bisso y su Conexión Nº 5, Juan y Juan, Los Náufragos (cantante, Quique Villanueva), Pintura Fresca, Katunga, Safari, Los Iracundos y otros.
Los vinilos de vivos colores fueron un clásico de Alta Tensión, y en su momento, algo revolucionario desde el punto de vista estético.
No había puntos en común entre la creación comercial de los empleados de marketing de las grandes discográficas y los canales de TV y quienes tenían una identificación innegociable con el primer movimiento de rock con lengua e identidad propias en Iberoamérica
En tanto, desde Canal 9, Raúl Padovani se convertía en el ídolo de las chicas con el tema Una Noche Excepcional y Silvana Di Lorenzo enamoraba a todos los chicos. Por su parte, Pescado Rabioso se convertía en la contracara de todo aquello con su estética psicodélica y un rock poderoso, muy alejado de las baladas de Almendra: “Abrazamé, madre del dolor, nunca estuve tan solo en este mundo / Abrazamé, amanece y hay resignación / Y en esta quietud que ronda a mi muerte, no tengo presagios de lo que vendrá”, cantaba Spinetta sobre uno de los mejores riff que, a la postre, conocería el rock argentino. Música, estética, poesía…nada era precisamente comercial.
Una noche excepcional (Raúl Padovani)
Post crucifixión (Pescado Rabioso)
Tanto Música en Libertad como Alta Tensión tocaron a su fin en 1974. Y con el tiempo, quedó la nostalgia, clubes de fans y varios temas ideales para complementar el carnaval carioca en las bodas. El rock siguió su camino. Decenas de canciones fueron prohibidas desde el 24 de marzo de 1976. Muchos músicos emigraron. Muchos otros resistieron burlando la censura con poesía incomprensible para las mentes autoritarias. Llegaron los 80, la Guerra de Malvinas y la ridícula prohibición de pasar en las radios y en la TV música en inglés, lo cual, no obstante, disparó al rock argento a un nivel de popularidad que jamás conoció y ni siquiera soñó.
Ya en democracia, la rivalidad se llamó Chetos vs Rockeros (lo mismo que en los 60 y 70 pero con nombre propio). Aunque grupos como Soda Stereo, Virus, Los Twist e incluso Los Abuelos de la Nada sirvieron para tender puentes.
“Teque teque, toca toca, esta banda está reloca, somos todos Redonditos, Soda Stereo las pelotas!”, vociferaban en las misas ricoteras, mientras que en los masivos conciertos del trío Cerati-Zeta Bosio-Alberti coreaban la misma canción aunque invirtiendo el orden de los grupos y el epíteto. Pero ya eran otros tiempos y el rock tenía espacio para todos. Lo comercial, al fin y al cabo, pasó a ser parte del mismo juego.
Estoy hecho un demonio (Safari)
Juego de tomate (Manal)
Música Progresiva vs. Comercial