Pucha con el 16 de septiembre. Un día que hasta Dios debe tener marcado en el calendario de todos los tiempos. Recuerdos aciagos, como el inicio del fin de “los años más felices” para los laburantes argentinos, pues en 1955 comenzó a gestarse el golpe que derrocó a Juan D. Perón; la nefasta Noche de los Lápices (1976), uno de los capítulos más tenebrosos de la más oscura dictadura argentina; el asesinato del poeta y cantor chileno Víctor Jara (1973) tras ser torturado de la forma más brutal e inhumana imaginable; la Triple A le pegó al año siguiente 130 balazos a Atilio López, el entonces vicegobernador de Córdoba que pertenecía al peronismo revolucionario (el de Evita, bah) y que había coprotagonizado el Cordobazo.
Pero un 16 de septiembre de 1945 nació José Alberto Iglesias, más conocido como Tanguito, uno de los “culpables” de que a mediados de los ‘60 empezara a tomar forma uno de los mayores movimientos socioculturales de la historia de Hispanoamérica: el rock en castellano. Y otro 16 de septiembre, de 1973, un Huracán que practicaba un juego exquisito de la mano del Flaco Menotti, daba su primera vuelta olímpica en la era profesional, justo el día en que “mi” Lobito le ganaba en “el Ducó” 2 a 1.
Roganti; Chabay, Buglione, Basile y Carrascosa; Brindisi, Russo y Babington; Houseman, Avallay y Larrosa.
Sí, a 50 años y fracción de aquel campeonato y con la memoria ya un poco dañada, el equipo me sale de corrido.
A la casa del vecino
Recuerdo aquel domingo a la tarde en la cancha de 1 y 57. Que no era “el uno” de ahora, sino la histórica cancha con tablones de madera y capacidad reducida. Una tarde de domingo hermosa, con el sol a pleno. ¿Y qué hacía un tripero de 8 años en la casa del vecino? ¡Eran otros tiempos amigos! Les cuento.
Mi viejo, Raúl Rosario, fana del Lobo desde pibe al punto que el primer domingo tras la luna de miel con mi vieja se fue a ver a Gimnasia de visitante, toda una aventura en aquellos años ‘50 (la bronca de mi vieja, se las debo), tenía la costumbre de ir a la cancha de Estudiantes cuando venía a jugar “un grande”, sea River, Boca, etc.
¿Estaba piantao? No. Lo hacían todos los fanáticos del fútbol, tanto pinchas como triperos. ¡Las veces que el viejo saludaba efusivamente a alguien en 60 y 118 y luego me decía al oído “este es Fulano, no digas nada que es pincha”! Y Fulano estaba ahí porque el Lobo jugaba con Boca o con River o con el Independiente rey de copas.
¡Eran otros tiempos amigos!
Las barras eran barras pero los negocios no eran tan truculentos como lo fueron con el tiempo, ni el contubernio con la dirigencia, la política, la justicia y la policía tan aceitado. Recuerdo que en la cancha del Bosque la hinchada visitante estaba separada de la local por un alambrado bajito y medio enclenque, y que alguna vez he visto, de pibe, cómo un par de barras triperos se daban cuatro piñas con los de Chacarita; asunto resuelto.
Pero quiero volver a aquella tarde de domingo. Por la fecha 24 de las revanchas (¡si serían otros tiempos que el campeonato argentino tenía 17 equipos y se jugaban dos ruedas!), el cuadro de Parque Patricios llegó a 1 y 57 puntero. Había que estar. Y mi viejo me llevó. No cabía un alfiler, de manera que “al pasillo” y a la altura del área grande del arco que daba al bosque. Yo llegué hasta el alambrado porque era pibito, pero mi papá habrá quedado en tercera o cuarta fila.
Yo solamente alcanzaba a ver hasta mitad de cancha. Pero me di un lujo que recuerdo hasta hoy como si fuese ayer: en el primer tiempo atacó Huracán para nuestro lado, de modo que tuve 45 minutos, a escasos metros, nada menos que al Loco Houseman, ese wing derecho endiablado, de medias bajas y gambeta indescifrable. Para mí era tocar el cielo con las manos.
Y en el segundo tiempo, ahí nomás, casi que “lo podía tocar”, al lateral izquierdo: Jorge Carrascosa. ¡Qué jugador por Dios! No lo pasaron ni una sola vez. La piel de gallina mientras lo rememoro.
¿El resto? El Globo ganó 1 a 0 con gol de Babington a los 22’ del segundo tiempo, o sea que no lo vi (jajaja). Jugaron aquel día Leone, Quiroga y Del Valle, y tras ese encuentro Huracán le sacó 7 puntos a Boca (38 a 31).
No hace falta aclarar que toda esa «data dura» la busqué en internet, porque mis recuerdos sólo registran que a los 8 años tuve 45 minutos “al alcance de la mano” a Houseman y otros 45 a Carrascosa. Más que suficiente para ser el chico más feliz del mundo. ¡Ah! Y recuerdo que estábamos abrigados. Mi viejo, incluso, usaba su gamulán marrón. Ahora leí que el partido fue a finales de julio; el 29 para ser más exactos.
Sí sí señores, puedo decir que gracias a mi viejo y a que eran otros tiempos, pude ver a uno de los mejores equipos de la historia.
¿De qué lado estuvimos? Del lado de la hinchada local. Eso sí, había que disimular un poco, ¿vio? Recuerdo que Roganti, a quien yo acostumbraba a dibujar en casa, le tapó una pelota imposible a un delantero albirrojo, entonces mi viejo me tocó el hombre y me dijo “¡Qué mala suerte que tenemos!”.
Eran otros tiempos. Lindos tiempos. Sin fútbol en TV y bueno, de internet y esas cosas del futuro mejor ni hablar. Por eso, para ver fútbol más allá del equipo de uno había que ir a la cancha, incluso a la del vecino. ¡Y así lo hacían todos mis queridos amigos!
Les dejo esta breve pero contundente reseña del Huracán campeón publicada en el blog Argentine Football Association.
Jugar bien al fútbol. Simple. Esa era la principal premisa del Huracán campeón de 1973. Con René Houseman, Miguel Ángel Brindisi y Carlos Babington como principales figuras dentro del campo de juego, el equipo se destacó por su juego asociado, con posesión, con volumen, con alta calidad y fineza. Durante aquel año, el cuadro dirigido por César Luis Menotti maravilló a todos.
“Ese título fue cumplir un sueño. Por cómo se formó el equipo, por cómo jugaba, por todo lo que generó y porque se dio en un club impulsado por gente de barrio. Huracán del 73 fue un pedazo de historia del fútbol argentino, una bandera ideológica para muchos”, explicó alguna vez el Flaco Menotti, principal gestor de aquel campeón, sintetizando de alguna manera lo que significó el equipo para la historia del fútbol argentino, del club y sus hinchas.
Huracán se consagró campeón del Metropolitano el 16 de septiembre de 1973, dos fechas antes del final del torneo. Aquella jornada, en el estadio Tomás Adolfo Ducó, el equipo de Parque Patricios celebró a pesar de perder 2-1 ante Gimnasia y Esgrima La Plata, ya que Boca, su principal perseguidor, también cayó ante Vélez, por lo que pudo mantener los seis puntos de ventaja entre uno y otro cuando solo restaban dos fechas (en aquella época se otorgaban dos unidades por encuentro ganado).
El 16 de septiembre no es una fecha más para Huracán. Aquel día consiguió su primera vuelta olímpica de liga durante el profesionalismo, la quinta de toda su historia. De la mano de Menotti, y con un equipo que dejó una huella imborrable, quedó en la historia para siempre. El recuerdo sigue y seguirá vivo, latente e inalterable.
Plantel completo
Héctor Jorge Roganti, Nelson Pedro Chabay, Jorge Carrascosa, Omar Rubén Larrosa, Francisco Faustino Russo, Alfio Basile, Daniel Alberto Buglione, René Orlando Houseman, Carlos Alberto Babington, Carlos Alberto Leone, Roque Alberto Avallay, Miguel Angel Brindisi, Eduardo Enrique Quiroga, Francisco del Valle, José Rubén Scalise, Edgardo Luis Cantú, Julio Cesar Tello, Rubén Alberto Ríos, Ángel Carlos Tolisano, Adolfo Kerikian, Alberto Luis Fanesi, Alfonso Dante Roma, Luis Alberto Ceballos. Director técnico: César Luis Menotti.