Frente a la iglesia San Mateo, en el verde y amplio boulevard de la calle 32 a la altura de 29, transcurría el entrenamiento de las divisiones 4ta y 5ta del club Malvinas, de Las Quintas. En rigor, estaba llegando a su fin una prueba en la que los jóvenes futbolistas tuvieron exigentes movimientos con pelotas. Eran alrededor de las siete y cuarto de la tarde, el sol empezaba a bajar, el ocaso llegaba sin prisa y sin pausa.
Luis, uno de los entrenadores, juntó unas diez pelotas de fútbol y las puso en la bolsa de red, como lo hace siempre después de los entrenamientos. Los pibes, extenuados algunos, estiraban los músculos para cerrar otra jornada de preparación, ya cerca del comienzo del torneo de la Liga Amateur Platense. Fue en ese preciso momento, cuando se acerca un hombre de unos 1,85 metros de estatura, poco pelo con canas, peinado hacia atrás «a la gomina», camiseta musculosa blanca metida prolijamente dentro de un pantalón negro que le sobrepasaba la cintura, de esos que se usaban en la década del ´50, un poco ancho, y zapatillas negras parecidas a botines de fútbol 5:
– Una bolsa llena de fútbol, que bueno…me presta uno…, le dijo el hombre a Luis que estaba a punto de dejar la bolsa en el baúl del auto.
– Sí claro, le respondió Luis y le tiró una pelota al aire que este señor agarró con una mano y el brazo estirado al cielo, y la miró tal arquero que descuelga un centro en el área grande.
Los jugadores de Malvinas ya se habían incorporado del estiramiento y todos, alrededor de 20 chicos, se acercaron hasta el lugar donde había aparecido este señor que en su rostro mostraba expresión de emoción, su cara llena de felicidad, sabiduría, mezclada con algunas arrugas de esas que no se pueden evitar por el paso del tiempo. El hombre insinuaba unos setenta años.
– Que lindo es el fútbol, cuantos recuerdos me trae, dijo al bajar el brazo luego de descolgar «la bocha» que le había tirado Luis al aire.
– ¿Usted jugó?, lanzó Alejandro, otro de los técnicos.
– Claro, jugué en Boca, desde el año ´53 hasta más o menos el ´60, un club de Colombia me quiso comprar pero no fui, mi esposa no quería, tenía miedo de viajar en avión, en aquella época se hablaba todavía de lo que le había pasado a Gardel. Yo era arquero. No voy a olvidarme jamás de los dos penales que le atajé a River, a cancha llena, fue muy lindo todo eso, creo que fue en el año ´54 cuando salimos campeones, lo llevo siempre en el recuerdo, en el alma, no dejen nunca el fútbol chicos, fue el consejo que tiró ya rodeado de todos los que participábamos del entrenamiento.
– Cómo se llama usted maestro, preguntó uno de los jugadores
– Yo soy Julio Elías Musimessi, ¿escuchó alguna vez que alguien me nombrara?
– Claro, mi viejo, me abuelo, me hablaron mucho de usted. Le gustaba cantar también ¿cierto?, dijo Alejandro (52 años), mirándolo ya sorprendido, algo incrédulo, pero aún sin haber advertido que Julio Elías Musimessi había fallecido a los 72 años, el 4 de septiembre de 1996, en Morón, provincia de Buenos Aires.
– Si cantaba para entretenerme, pero lo mío, mi pasión, es el fútbol (hablaba siempre en presente)
Luego, mirando a los chicos «Musimessi» les dijo con energía y algunas lágrimas que le caían lenta de sus ojos:
– Nunca dejen el fútbol, es sano, jueguen para divertirse y si les sale, jueguen bien y ganen.
– Acerquesé el próximo entrenamiento, estaremos acá a la misma hora, y le traemos una camiseta de Malvinas de regalo, usted la merece, fue lo que se le ocurrió decir a Luis y luego pidió un aplauso de todos los presentes para el «arquero cantor», que lo recibió moviendo su cabeza de la manera que uno mueve la cabeza cuando agradece, con una sonrisa a medio terminar.
– Tome aquí tiene la pelota, muchas gracias por este momento, que tengan mucha suerte y sean felices, dijo el hombre de camiseta musculosa blanca y pantalón ancho negro, algo canoso y peinado a la gomina, de poco más de 1,80 de altura, y se perdió caminando hacia calle 30 con todos los presentes mirándolo, sorprendidos, como si no existiera más nada alrededor. Luis guardó las pelotas de fútbol en el baúl del auto y todos nos fuimos de la rambla.
Julio Elías Musimessi nació en Resistencia, Provincia del Chaco, el 9 de julio de 1924. Antes de descubrir que lo suyo era el fútbol, despuntaba su primer gran pasión de pequeño, el básquetbol. Una tarde, casi sin quererlo, su carrera había comenzado jugando en un potrero, cuando el arquero de su equipo se había lesionado. Sus compañeros, al conocer sus habilidades maniobrando la pelota con las manos, decidieron ponerlo de arquero, donde definitivamente no defraudó.
Esta situación lo animó a probarse en el Club Atlético Boca Unidos de la Ciudad de Corrientes. En 1944, comenzó su carrera profesional en Newell’s Old Boys de Rosario, donde debutó profesionalmente en la Primera División de Argentina y jugó once años en la primera del club. Tras 183 partidos jugados, en 1953 llegó a Boca Juniors junto a Juan Carlos Colman y Francisco Lombardo. En el club auriazul, estuvo presente desde 1953 hasta 1960. Con este equipo participó en 155 encuentros hasta 1959, logrando en 1954 el campeonato de la Primera División de Argentina.
Gracias a su participación en Boca Juniors logró ser reconocido por Guillermo Stábile, en ese entonces director técnico de la Selección de fútbol de Argentina, quien lo llevó a participar en la misma en el año 1953. En su debut ante España, tuvo una gran actuación tapando todo lo que se venía.
Paralelamente al fútbol se dedicó al canto en espectáculos públicos y en audiciones radiales, con programa propio en LR2 Radio Argentina. Por esto ha sido conocido como «el arquero cantor». El chamamé que más se popularizó rezaba «Dale Boca, viva Boca, el cuadrito de mi amor…»
Créase o no, Musimessi, el arquero cantor, murió en Morón, el 4 de septiembre de 1996.