origen del peronismo
El chiste que encabeza esta nota circuló por las redes sociales desde el día siguiente al del anuncio de la fórmula de unidad del sector mayoritario de Unión por la Patria, integrada por Sergio Tomás Massa y Agustín Óscar Rossi. Fue en respuesta a la reacción de no pocos militantes o simpatizantes del “campo nacional y popular”, quienes cuestionaron la postulación del ministro de Economía de la Nación como si fuese un atentado a la historia lineal y cien por ciento coherente del peronismo, así como a su ideario inconmovible y a la totalidad de sus personajes históricos, que pasaron por estas pampas sin una sola actitud reprochable ni dobleces de ningún tipo.
Más allá de la ironía, lo cierto es que se puede esperar esa reacción -aunque en algunos casos pareció realmente desmedida- e incluso comprenderla de parte de algunos kirchneristas no peronistas y, más aún, de autopercibidos progresistas que acompañaron y acompañan al ex frentetodismo. Lo que resulta realmente incomprensible es que hubo y hay peronistas que peinan canas -como uno- que por poco se hacen el harakiri.
Aquí no pretendemos detenernos en cada grupo, pues no nos dedicamos a hacer focus group; eso se lo dejamos a la derecha. Lo que sí creemos necesario es remontarnos a los orígenes del movimiento nacional y al comportamiento de algunas de sus figuras centrales, en aquel momento y en el traumático post-golpe de estado de 1955, para comprender que estamos ante una nueva etapa, lógicamente distinta a todas las conocidas, de la larga y dura lucha de este movimiento por evitar su desaparición -como sueñan despiertos los antiperonistas desde el 17 de octubre de 1945- o el retroceso de los sectores populares a condiciones de vida previas a esa fecha.
Una tal Cristina Fernández de Kirchner, quien fue la primera en respaldar públicamente a Massa, suele decir que debemos encontrar en el pasado las causas profundas de lo que nos ocurre hoy.
Les propongo a los lectores una suerte de juego: pongan en una mochila todos los “peros” a la candidatura de Massa -que en 2015 fue a la de Scioli- y viajemos a las postrimerías de 1945 y al despertar de 1946.
Juan Domingo Perón era un militar nacionalista, que además se vestía de militar, provenía de un gobierno de facto y se negaba a declararle la guerra al Eje. Para colmo, planteaba una “tercera posición” equidistante de los Estados Unidos y de la Unión Soviética, los dos principales enemigos del nazismo.
Su candidato a vicepresidente en las elecciones de febrero del 46 era Juan Hortensio Quijano, un terrateniente correntino que provenía de las filas del radicalismo alvearista -galerita, oligárquico-, tras pelearse con Hipólito Yrigoyen. Fundó la Sociedad Rural de su provincia natal y también presidió la Sociedad Rural de Resistencia.
Completaban la “mesa chica” del germen del movimiento nacional otro militar nacionalista, Domingo Alfredo Mercante, y una ignota y joven actriz -con todo lo que significaba en aquella época pertenecer al mundo del espectáculo- llamada Eva María Duarte.
Contaban con el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo obrero, ese que invadió el centro porteño el 17 de octubre y del cual Mariano Grondona dijo: “Yo nunca había visto caras como esas”.
¿En serio hubieran votado con convicción al naciente fenómeno sociopolítico? … ¿En serio?
Con el diario del lunes (martes y miércoles) todo es sencillo. Pero del otro lado estaban los supuestos valores democráticos, la libertad, los hijos de la reforma universitaria de 1918, el antinazifascismo, la unión entre conservadores y comunistas, radicales y socialistas.
Cooke y Vandor
El peronismo nació en forma anárquica, turbulenta, violenta (para la época, la novedad de la política en las calles era violencia), plagado de contradicciones. Tantas contradicciones que desde el minuto uno contuvo, por poner un solo ejemplo, a John William Cooke, a la postre el padre del peronismo revolucionario, y al sindicalista Augusto Timoteo Vandor, promotor de un peronismo sin Perón cuando el líder estaba proscripto y exiliado.
Cook, por caso, fue un diputado brillante con apenas 26 años. Presentó nada menos que los proyectos de ley de represión a los monopolios y de la reforma constitucional de 1949. No obstante, jamás calló sus críticas “por izquierda” al gobierno presidido por el propio Perón. Por ejemplo, se negó a votar la ratificación de las Actas de Chapultepec y de las Naciones Unidas -pese a que lo pedía el líder- porque consideraba que ello “limitaba la soberanía nacional” y alimentaba la falacia de la igualdad entre los Estados “desmentida en la realidad de los pueblos”.
Conclusión: Perón dio la orden de que no estuviese en ninguna lista para las elecciones de 1952. ¿Qué hizo? Regresó a la militancia desde el llano con más fuerza que antes. Tras el golpe, cuando Perón necesitó gente de extrema confianza, lo llamó a él. Y en 1957 no sólo lo designó como su delegado político, sino que informó “a las bases” que, en el caso de su muerte, John William Cooke debía ocupar su lugar en la conducción del movimiento. Única vez que nombró a un heredero con nombre y apellido.
Hablando de “izquierda”, Ana Carmen Macri, alter ego de Evita que fue pieza medular en la conformación del Partido Peronista Femenino a nivel nacional, conoció a Alicia Eguren, la compañera de John W. Cook, en la cárcel de Olmos. Eran presas de la dictadura de Aramburu y Rojas. Lo cierto es que Ana Carmen, formada a imagen y semejanza de Eva -sin lugar a dudas, emblema del peronismo combativo-, no coincidía en muchas cosas con Alicia porque la consideraba “muy de izquierda”. Sin embargo, luego de su liberación en 1958, dejó a un lado toda disidencia: el enemigo era muy poderoso para andar con divisiones, por lo cual se incorporó al Comando Táctico de la Resistencia encabezado por Cook y trabajó en la primera línea para lograr el regreso de Perón al país.
Los “mellizos”
El antiperonismo nació el mismo día que el peronismo. O antes. (Esto se encuentra desarrollado en la nota ¡Que se los pague Perón!). Siempre fue una fuerza tan poderosa como destructiva. Y el movimiento nacional se fue adaptando a lo largo de la historia para sobrevivir y seguir dando pelea por una Patria Justa, Libre y Soberana (excepción hecha de “los 90”, la mayor traición política de la que se tenga memoria).
¿Quién diría, a la luz del pensamiento actual, que aquel militar nacionalista proveniente de un gobierno de facto, el terrateniente alvearista correntino y la joven y poco conocida actriz, junto a otro militar, Domingo Mercante, liderarían la mayor transformación política, social, económica y cultural de la historia argentina del siglo XX y hasta hoy, dando lugar a los años más felices de los trabajadores y humildes de la patria?
Pero así fue. Y por ello y desde entonces, el poder concentrado mediante sus títeres políticos, judiciales y mediáticos lo quieren eliminar. Una y mil veces creyeron que lo lograrían. Una y mil veces renació.
“La reacción antiperonista fue una condición para el surgimiento del peronismo. No puede comprenderse el origen del peronismo sin esta dimensión relacional. Y, del mismo modo, en las transformaciones posteriores del peronismo ha sido constitutiva esa dimensión relacional con ‘lo otro’, el antiperonismo”, sentenció Alejandro Grimson en su libro ¿Que es el peronismo? (Siglo XXI Editores, 2019), refiriéndose a la reacción patronal hacia los obreros cuando Perón cayó preso en octubre del 45.
Hoy, como ayer, el enemigo es de temer. Frente al peronismo y cía. muestra sus garras y colmillos la derecha más reaccionaria de la que se tenga memoria en democracia. Macri, Larreta, Bullrich, Morales… Es todo lo mismo. Vienen para retrotraer a la sociedad a la etapa preperonista. Vienen por los derechos de los trabajadores, de los jubilados, por la industria nacional, por la educación pública y gratuita, por la salud pública, por los recursos naturales. Vienen para terminar el proceso de concentración de la riqueza que les quedó a medio camino en 2019, consolidando una pobreza estructural en torno al 60% de la población y reprimiendo con métodos filodictatoriales cualquier protesta.
Jujuy, con sueldos de hambre, recursos naturales en manos de multinacionales y violación sistemática de los derechos humanos es apenas un botón de muestra.
Este peronismo, en una nueva etapa de su larga y rica historia, buscará sacarse de encima al FMI, profundizar el crecimiento de la actividad industrial, comercial y turística, seguir creando trabajo registrado. Hay importantes asignaturas pendientes: una mejor distribución de la riqueza, un combate frontal a la pobreza, salarios dignos y derrumbe de la inflación (en rigor, todos esos objetivos están íntimamente relacionados entre sí).
La no militancia de Scioli por parte de “sectores puristas” en 2015 dieron a luz a Macri. Merced al triunfo de 2019 -y con todo y a pesar de todo- se sobrevivió. Pero de un gobierno de derecha ultra desde el 10 de diciembre de 2023, no habrá vuelta. Solamente imaginemos por un momento que en 1946 hubiese ganado la Unión Democrática y tendremos apenas una aproximación al futuro inmediato de la Argentina.
Parafraseando a Alejandro Grimson, podríamos decir que la reacción antiperonista es una condición para la vigencia del peronismo. Y no puede comprenderse la vigencia del peronismo sin esta dimensión relacional. Como siempre a lo largo de su historia, las transformaciones que atraviesan al peronismo están directamente ligadas a la dimensión relacional con ‘lo otro’: el antiperonismo.
¿Lo demás? Lo discutimos en el café, o en la próxima marcha o peña… Peronista, claro.