Por Natalia Paola Markin *
Lo sucedido con la actriz Silvina Luna deja la profunda conmoción de las consecuencias (gravísimas) a las que los estereotipos y mandatos de belleza nos exponen. Nos muestra hasta dónde puede llegar la búsqueda infinita, porque no tiene límite, de encajar en el estándar de belleza.
Estos procesos de homogeneización estética no sólo dan lugar a actos discriminatorios y de exclusión, sino que producen sujetos en serie, todas las personas se ven iguales: filtros de ig, modas de estética corporal, etc.
Nos proponen como única opción válida la juventud, la delgadez, pieles sin imperfecciones y blancas, cuerpos hiperdelgados con cabellos lacios y largos. Todo lo que se salga de ese molde pareciera pertenecer a un cuerpo imperfecto, fallado, con cosas que corregir.
Hoy en día, aceptarse para empoderarse y ser libre de los mandatos es un proceso que deben atravesar las mujeres si quieren ser un poco más felices, en un contexto que bombardea para tener una cola sin estrías, redondeada y carente de celulitis. Cómo no va a aflorar un sentimiento de insatisfacción si todo glúteo tiene celulitis. Dimensionar el daño que esto puede provocar es, por el momento, incalculable.
Es frecuente escuchar en los espacios psicoterapéuticos personas disconformes con su imagen corporal, casos de dismorfia corporal que llevan a someter al cuerpo a distintas prácticas (dietas mágicas, trastornos de la conducta alimentaria, actividad física excesiva, cirugías) para ajustarlo al imperativo de belleza socialmente aceptado. Las conductas destinadas a modificar lo físico no sólo no resuelven el conflicto de base, sino que lo perpetúan y nos hunden en un bucle difícil de desarmar.
El problema no está en el cuerpo, sino en lo que se forja subjetivamente de él y esto, como dijimos, está influido por los “tengo que” adquiridos. Por eso, es necesario comenzar el trabajo de adentro hacia afuera, y no a la inversa.
Los mandatos de belleza como sistema de valores, no exclusivamente como cirugía, porque los trastornos de la conducta alimentaria y las problemáticas de salud mental que se producen por este tipo de exigencias, también matan.
La belleza siempre debe ir unida a la salud, tanto física como mental, y no centrarse únicamente en la apariencia, ni caer en la trampa de los extremos donde se cree que la delgadez es “belleza”. Normalmente, cuando uno está y se encuentra bien por dentro se siente mejor por fuera; por supuesto, alejándonos en todo momento de la obsesión o la frustración.
El autocuidado puede prometer bienestar, siempre y cuando no nos controle o genere una presión por alcanzar un ideal. Si el autocuidado viene predestinado por la presión de alcanzar determinados cánones o conductas, es recomendable empezar a darnos cuenta y revisar si estas conductas dirigidas a producir bienestar vienen diseñadas por pensamientos de rigidez, desprecio, comparaciones injustas y/o con culpa.
Muchas Silvinas Luna pondrán su salud en riesgo en pos de “encajar” en los estándares de belleza hegemónicos que ¿la sociedad?, ¿los medios?, ¿las redes sociales? imponen. Hasta dónde nos exponemos para sentirnos parte.
*MP 53117