el mesías es uno solo
Extracto de la entrevista exclusiva que le realizó la periodista Bernarda Llorente al Papa Francisco
– Francisco, ¿le quedan aún viajes importantes?
– Bueno sí, Argentina
– Claro.
– Me gustaría ir… Hablando de los más lejos, me queda Papúa Nueva Guinea. Pero alguno me decía que ya que voy a Argentina, haga escala en Río Gallegos, después el Polo Sur, aterrizar en Melbourne y visite Nueva Zelanda y Australia. Sería un poco largo.
– ¿Cómo planea sus viajes? ¿Cómo elige sus destinos?
– Llegan muchas invitaciones, hay todo un elenco de posibles viajes y algunos se imponen por sí mismos, por ejemplo el de Mongolia. Otros son más planeados, dentro de Europa, como el viaje a Hungría. Depende de cada caso. Siempre hay una invitación y después está la intuición del momento. No es algo automático, cada decisión es original, única.
Crisis y mesianismo
– En sus visitas suelen mostrar propósitos, grandes temas a remarcar y mucha cercanía con los pueblos, coherente con su idea de que las transformaciones requieren del compromiso de los más poderosos, pero también de las individualidades. Cuando vemos fuerzas de ultraderecha que se expanden, cierta frustración o decepción ante a la política o un voto que las expresa, ¿cree que estas crisis son momentáneas o perdurables? ¿Qué se puede hacer para revertirlas?
La palabra crisis me gusta porque tiene movimiento interno. Pero de una crisis se sale para arriba, no se sale con enjuagues. Se sale para arriba y no se sale solo. Los que quieren salir solos convierten ese camino de salida en un laberinto, que siempre da vueltas y vueltas. La crisis es laberíntica. Además, las crisis hacen crecer: cuando está en crisis una persona, una familia, un país o una civilización, si la resuelven bien, se creció.
Me preocupa cuando los problemas se encierran hacia adentro y no pueden salir. Una de las cosas que tenemos que enseñarles a los chicos y a las chicas es a manejar las crisis. A resolver las crisis. Porque eso da madurez. Todos fuimos jóvenes sin experiencia y a veces los chicos y las chicas se aferran a milagros, a mesías, a que las cosas se resuelven de manera mesiánica. El Mesías es uno solo que nos salvó a todos. Los demás son todos payasos de mesianismo.
Ninguno puede prometer la resolución de conflictos, si no es a través de las crisis saliendo hacia arriba. Y no solo. Pensemos cualquier tipo de crisis política, en un país que no sabe qué hacer, en Europa hay varios… ¿qué se hace? ¿Buscamos un mesías que venga a salvarnos de afuera? No. Busquemos dónde está el conflicto, agarrémoslo y resolvámoslo. Manejar los conflictos es una sabiduría. Pero sin conflictos no se va para adelante.
– ¿Qué le está faltando a la humanidad y qué le está sobrando?
– A la humanidad le falta protagonistas de humanidad, que haga ver su protagonismo humano. A veces noto que falta esa capacidad de gestionar las crisis y de hacer aflorar la propia cultura. No tengamos miedo a que salgan los verdaderos valores de un país. Las crisis son como voces que nos señalan dónde hay que proceder. En cambio, los problemas que a veces están un poco tapados o guardados, son como el flautista de Hamelín, que tocan la flauta, vos creés que todo es flauta, vas allá y todos se ahogan.
Yo le tengo mucho miedo a los flautistas de Hamelín porque son encantadores. Si fueran de serpientes los dejaría, pero son encantadores de gente… y las terminan ahogando. Gente que se cree que de las crisis se sale bailando al son de la flauta, con redentores hechos de un día para el otro. No. La crisis debe ser asumida y superada, pero siempre hacia arriba.
– ¿Y nos sobra individualismo, indiferencia?
– Yo le tengo más miedo a la indiferencia, porque es una especie de abulia cultural. Que pase esto, que pase aquello, mientras el flautista sigue tocando y los pueblos, ahogándose. Las grandes dictaduras nacen de una flauta, de una ilusión, de un encanto del momento. Y después decimos “qué lástima, nos ahogamos todos”. Reitero, me gusta esta imagen del flautista de Hamelín. Claro, queda ese ahogar ratones.
“A veces los chicos y las chicas se aferran a milagros, a que las cosas se resuelven de manera mesiánica. El Mesías es uno solo, los demás son todos payasos de mesianismo”
– ¿Cuál es el riesgo de estas identidades únicas o pensamientos únicos?
– Que anula la riqueza humana. El pensamiento único destierra la riqueza humana. Y la riqueza humana tiene que contemplar tres realidades, tres lenguajes: de la cabeza, del corazón y de las manos. De tal manera que uno piense lo que sienta y lo que hace, sienta lo que piensa y lo que hace y haga lo que piensa y sienta. Esa es la armonía humana. Si a uno le falta alguno de estos tres lenguajes, hay un desequilibrio tal que lo lleva al sentimiento único, al pragmatismo único o al pensamiento único. Son traiciones a la humanidad.
– La austeridad es una práctica habitual en su vida. Es una convicción, ¿y también un mensaje?
– Bueno, la austeridad en sí misma no existe. Existen hombres y mujeres austeros. ¿Y qué es eso? Alguien que vive de su trabajo, que tiene una cultura y la sabe expresar, y que sabe caminar adelante contagiando austeridad. En la cultura de lo fácil, de la coima y de tantos escapismos es muy difícil hablar de austeridad. La austeridad se enseña con el trabajo. El austero no vive de arriba. Lo que unge a una persona de austeridad es su trabajo, su compromiso, su ganarse el pan con el sudor de su frente, así sea un sudor material o intelectual. Es importante concebir el trabajo como algo inherente a la persona humana. La vagancia es una enfermedad social. Incluso están los vagos ricos, los que viven a costilla de los demás sin pensar en un bienestar común. La pereza y la vagancia son muy traicioneras porque alimenta toda esta viveza de aprovechar para mí, a costilla de los demás. Por eso, una persona que trabaja, trabaje donde trabaje, asume dignidad.
Un problema es la falta de dignidad cuando se va imponiendo la cultura del derroche, del pasarla bien, de la explotación y de no trabajar. Ahí pierde dignidad la persona. Una persona es digna si se gana su pan y cuida de la gente.
El valor del trabajo
– Usted extiende la cultura del trabajo a fronteras más amplias. ¿Qué sería hoy el trabajo en un mundo desigual y sin posibilidades para muchos?
– Vuelvo a lo mismo, lo que te unge digno es el trabajo. Ahora, la traición más grande a este camino de dignidad es la explotación. No de la tierra para que produzca más, sino la explotación del trabajador. Explotar a la gente es uno de los pecados más graves. Y explotarla para provecho propio. Tengo datos sobre la explotación laboral en el mundo que son muy grandes. Y es muy duro eso. El trabajo te confiere dignidad y de ahí que el trabajador tiene derechos concretos. Quien lo contrata para trabajar tiene que proveer servicios sociales, que son parte del derecho. El trabajo es con derechos o es esclavo.
“Yo le tengo mucho miedo a los flautistas de Hamelín porque son encantadores de gente… y la terminan ahogando”
– Hay quienes piensan que las legislaciones laborales son el principal escollo en la generación de empleo y el aumento de la productividad. Y hay líderes políticos, en distintos países, que basan sus promesas de campaña en acabar con los derechos conquistados
Cuando un trabajador no tiene derechos o se lo contrata por poco tiempo para ir cambiándolos y no pagar aportes, se lo convierte en esclavo y uno se transforma en verdugo.
Verdugo no es solamente aquel que mata a una persona, sino también el que explota a una persona. Tenemos que tener conciencia de esto. A veces cuando me escuchan decir las cosas que escribí en las encíclicas sociales, dicen que el Papa es comunista. No es así. El Papa agarra el Evangelio y dice lo que dice el Evangelio.
Ya en el Antiguo Testamento, el derecho hebreo pedía que se cuidara a la viuda, al huérfano y al extranjero. Si una sociedad cumple estas tres cosas anda fenómeno. Porque se hace cargo de situaciones límites de la sociedad. Y si se hace cargo de las situaciones límites, lo hará con las otras también.
Cuando se empieza a contratar en negro para no pagar los aportes y negociar el futuro de esa gente a la esclavitud, ahí empieza a enfermarse el trabajo. Y en vez de dar dignidad, el trabajo confiere esclavitud. Tenemos que ser muy atentos a esto. Y aclaro que no soy comunista como dicen algunos. El Papa sigue el Evangelio.