Por Alejandro Salamone
De la vida cotidiana
El título de esta nota no es caprichoso, es la muestra clara de la bronca e impotencia que siente la gente cuando va a hacer los mandados. Una señora llevaba un paquete de papel higiénico con cuatro rollitos de 30 metros cada uno y tuvo el tupé de manotear en la línea de cajas cuatro bocaditos marroc; la cajera con cara de cansada y de pocos amigos hizo la cuenta y le tiró la cifra de su compra: «Son 4.800 pesos». «¡¿Cuuuaaannntoooo?!», respondió indignada y a la vez asombrada la vecina en el Súper de 137 y 523, «Ya le dije 4.800 pesos», replicó la cajera entre dientes y con ganas reprimidas de tirarle una puteada porque, claro, ella no tiene la culpa de este disparate económico (y…quizás haya votado a Milei, dirían algunos); la señora retomó: «¿¡ Pero cuanto cuesta cada bocadito!?», «600 pesos»; «noooo, entonces los dejo y llevo sólo el papel higiénico que me sirve para no limpiarme el c… con papel de diario, al menos por ahora», expresó totalmente fuera de sí la mujer que se fue del negocio abonando los cuatro rollitos 2.400 pesos.
Esta situación de la vida cotidiana es exactamente lo que la feroz devaluación está provocando en la práctica, en el día a día, concretamente una rápida y acentuada baja del consumo.
Ya ni siquiera poder darse el gustito de comerse un bocadito marroc. El golpe lógicamente es primero en la denominada clase baja y más temprano que tarde llega a la clase media que apunta como todo el mundo a crecer y que, como es cíclico en este país, va a terminar votando al peronismo para retomar su progreso económico o, de mínima, mantenerse en el lugar donde está.
¿A quien cuerno le importa la macroeconomía cuando la economía doméstica está destrozada? ¿A quien le importa lograr el equilibro fiscal -que tanto defiende el endeudador serial y, según Milei, «el chorro de Caputo» que fugó el dinero de la deuda multimillonaria que se pidió al FMI durante el gobierno de Macri- si el costo es el hambre de la gente, es no poder completar las compras, no darse el gustito de comer un asado los fines de semana, y en la práctica cotidiana es lo que le pasó a la señora en el supermercado de barrio, ni siquiera poder comprar un marroc para sus nietos?
¿A quién está beneficiando la política económica de este gobierno? ¿Al laburante? ¿A los grandes grupos económicos? ¿A la casta amiga de Milei? Saque usted sus propias conclusiones. Ya estamos viviendo en las calles la fórmula de 2001 inflación más recesión, para ser más claros las cosas aumentan desmedidamente y casi nadie puede comprarlas, o mejor dicho cada vez menos gente puede pagar lo que valen las mercaderías de todos los rubros. Y sí quizás a mediados de año baje algo la inflación, pero eso será porque al no haber consumo las mercaderías serán algo más baratitas. Las consecuencias llevarán al cierre de comercios y pymes, como sucedió ya con gobiernos similares a este, por no decir igualitos.
Lo más curioso es que esta historia ya la recontra vivimos y aún se escuchan frases como «hay que darle tiempo» o bien «está bien que aumente la luz y el gas, estábamos pagando poco» Y ahí es cuando me pregunto ¿tanto puede el odio descarnado al peronismo? Y sí, claro, puede mucho, nos damos cuenta con solo revisar la historia: bombardeo de Plaza de Mayo y de Ensenada en el ´55, el exilio de Perón y su proscripción; «Viva el cáncer» escrito en la paredes cuando se enteraron de la enfermedad de Evita; el intento de asesinato a Cristina; el golpe del ´76, vaya si es poderoso el odio al peronismo sembrado durante años y años desde el poder real, el económico, el que prefiere la desregulación de precios, la laboral, que no haya derechos para los trabajadores; y también desde los medios de comunicación afines que no paran nunca con la musiquita que taladra y taladra los oídos de los escuchas y televidentes.
Por supuesto que este análisis no intenta ser tan profundo como los que nos venden los «expertos» como Federico Sturzenegger, Domingo Cavallo, Martín Tetaz, Ricardo López Murphy, o el propio Toto Caputo por nombrar algunos «grosos», no, no, si usted lo considera tampoco es un análisis, es la vivencia cotidiana de un simple periodista que sale a la calle y palpa todos los santos días la cara de orto que tiene la gente cuando va a la carnicería o al almacén de barrio y se da cuenta de que la plata no le alcanza para nada.
¿Y como, el sueldo? Nooooo, el salario sigue casi estancado, en este cortísimo periodo del gobierno de Milei amentó a cuenta gotas perdiendo 10 a 0 contra los incrementos. Es muy simple, por eso estamos ante una gran inflación más recesión.
No hay que olvidarse de los aumentos para viajar en micro, de cuando hay que ponerle nafta al auto o cambiar el aceite y filtro; de las cuotas de los colegios privados, de las prepagas; del alquiler; y ¿salir a comer a un restaurante? Es cada día para un círculo más reducido: estamos a un promedio $15.000 por comensal y casi que me quedo corto. Y un largo etcétera de incrementos nefastos provocados en apenas un mes por el Gobierno fascista de Milei.
¿Pero con Alberto también aumentaban la cosas? Sí señor o señora, pero no a este nivel, a esta velocidad luz y con salarios estancados. La macroeconomía hay que acomodarla claro, es importante, pero más importante es la economía doméstica, de ninguna manera se puede ver como el pueblo se caga de hambre sin hacer nada desde el Estado que somos todos y todas. Acá hasta dejaron a los comedores comunitarios sin alimentos, eso está pasando, ha salido hasta en los medios afines al Gobierno porque no pueden tapar el sol con las manos. Y no quiero hablar de la represión y la humillación a los menos pudientes porque eso ya sería un enorme capítulo aparte.
Como dirían los futboleros este Gobierno logró rápidamente poner a clase media a pelear el descenso, sin embargo, algunos todavía lo siguen defendiendo «Hay que darle tiempo». Si, si, según el presidente «en 45 años vamos a estar mejor…» sosteniendo esta política. Mamadera, ¿aguantaremos? o ¿volverá el peronismo? Más que esperar 45 años prefiero largamente volver al año 1945 pero lamentablemente no se puede.