En las PASO realizadas este domingo, sobre un padrón de 34.385.460 electores, concurrieron a votar 22.765.590 personas: esto constituye el 66,21%, según informó hoy el ministerio del Interior. Fue la participación más baja desde que este injerto que define internas y un colchón de votos para ir a las generales (a mi criterio era mejor cuando los partidos y/o movimientos resolvían sus diferencias hacia adentro con sus militantes y afiliados) fue implementado en 2011.
Es cierto, este año la pandemia de coronavirus impuso límites que le dieron a los comicios un marco atípico. ¿Pero sólo el covid hizo que los restantes 11.619.870 electores no concurrieran a las urnas? ¿o hay algo más?
Lo que a mi criterio no quedan dudas es que se votó con bronca «en contra de…» y marcarle la cancha a un gobierno peronista que, hay que decirlo, no conforma y mucho menos enamora a los propios peronistas que ahora sí esperamos una reacción inmediata con medidas que ataquen directamente a solucionar los problemas más urgentes, o sea los económicos.
¿Y la salud en medio de la pandemia? Ya lo hemos señalado en distintas columnas publicadas en nuestro diario, Argentina es uno de los países del mundo que más ha vacunado contra el coronavirus, pero además se aumentó la capacidad de los hospitales y, salvo alguna excepción que se encargan de buscar como aguja en un pajar y mostrar los medios de comunicación opositores, prácticamente nadie se quedó sin atención o sin un respirador en caso de haberlo necesitado. Por eso y más allá de las miles de muertes que debemos lamentar en Argentina como en todo el mundo, hoy las estadísticas marcan en nuestro territorio una enorme disminución de casos que permite lograr cierta normalidad y reactivación -tan esperada- de la economía.
Los resultados de las elecciones siempre dejan un mensaje del pueblo y esta vez pareciera que en las próximas generales legislativas de noviembre, los argentinos podrían volver a darle «la derecha» al modelo que hace apenas dos años (2019) fracasó rotundamente y al que desaprobaron con firmeza luego de cuatro años en que el gobierno de Macri, no diera pie con bola y endeudara fuerte al país, entre tantas otras cosas paupérrimas que no son motivo de esta nota pero que ya hemos contado en otras columnas que seguramente recordarán nuestros estimados lectores.
“A la gente le importa el día a día. Cómo pagará las cuentas, los precios de los medicamentos y alimentos, el salario y el empleo, la deuda familiar. Hemos encontrado un gran divorcio entre la agenda de los medios y los intereses y preocupaciones de los ciudadanos”, explicó, palabra más, palabra menos, Alfredo Serrano Mancilla, doctor en Economía Aplicada (Universidad Autónoma de Barcelona) y director del CELAG España, quien además realizó estancias predoctorales en Módena y Bolonia (Italia) y Québec (Canadá) y un postdoctorado en la Université Laval (Québec), como parte de un extenso CV. El expertó habló en el marco de la presentación de los resultados de una megaencuesta a nivel nacional realizada por el prestigioso Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).
Dicen periodistas especializados en política que se trata de una encuesta muy esperada por el presidente de la Nación, Alberto Fernández, la vice, Cristina Fernández, y el jefe de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, entre otros motivos porque “no hacen sólo hincapié en lo electoral” y porque para las elecciones de 2019, junto con el trabajo de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), fue la que más cerca estuvo de los guarismos finales.
¿Entonces cuál fue el problema para el Gobierno y por qué el revés electoral que cayó como balde de agua fría?. Pues evidentemente, los gobernantes que esperaban tanto esa encuesta, no la tuvieron muy en cuenta o, lo que es más grave, no han podido aún resolver -y digo aún porque van dos años y en pandemia- ese «día a día» que la gente tiene marcado a fuego.
Esa encuesta que dio a conocer 90lineas.com exactamente el 1° de septiembre deja además un dato muy interesante y que no aparece en otros estudios (hoy en día, hechos a medida de quienes los encargan, algo que no ocurre con el CELAG). Les han preguntado a los 2.002 encuestados por su identidad política, y un tercio dijo identificarse con el peronismo. A casi 76 años del nacimiento de ese movimiento sociopolítico, luego de los incontables y violentos intentos de borrarlo del mapa y con el renovado y virulento antiperonismo que baja de los medios hegemónicos desde aproximadamente 2008, aparece como un porcentaje altísimo y, a la vez, como un piso electoral igualmente alto.
En las PASO del domingo pasado ese piso estuvo. Que Juntos por el Cambio haya sacado más votos, incluso en provincias donde no lo esperaba, no quiere decir que ese tercio que se identifica con el peronismo haya desaparecido, sino todo lo contrario. Pero se trata del voto ideológico y en las épocas actuales no alcanza, no es suficiente; es ese sufragio que no abandona sus ideas por nada del mundo, el que está más allá de una coyuntura y que no le dio ni le dará -por nada- la espalda a sus candidatos ni ayer, ni mañana, ni nunca. Ese colchón peronista estuvo, está y estará siempre.
¿Por qué entonces el oficialismo no pudo volcar la balanza a su favor? En política hay cientos de factores que pueden analizarse, pero hay uno en particular que podemos entender todos perfectamente y es bien peronista: un kilo de asado no puede valer 700 pesos con salarios que ya venían destrozados desde 2019 y que todavía están por el piso.
Por supuesto que si un kilo de carne cuesta lo que cuesta hay factores para ser analizados, pues a veces las cosas valen lo que valen en el mercado no por la ineficacia de los Gobiernos, sino por la acción mezquina de los poderes económicos, en este caso el sector cárnico, que no paró de patalear porque quiere vender los productos al exterior y no en el país, porque a este sector agroindustrial le importa un bledo el bienestar de sus conciudadanos y siempre va a querer ganar más, y más y más.
Jamás esos grupos denominados «del campo» pondrán el hombro por mejorar las cosas en su país y muchísimo menos con un gobierno peronista al frente. Aunque también hicieron la vida imposible a un gobierno radical, por eso no está demás recordar el discurso que Raúl Alfonsín brindó en la Rural en 1988 cuando los mismos «pataleaban» por las limitaciones a las exportaciones entre otras cuestiones que a ellos no les convenían. Aquí se los dejo:
Así como tomo de ejemplo el valor del kilo de asado hay muchos otros, lo que cuesta un alquiler, o las expectativas que hoy tienen los jóvenes de clase media o media baja a la hora de proyectar comprar una casa (no les alcanzaría una vida) o un auto (deberán juntar más de 1.200.000 para algo bueno). Claro que se llegó todo a esto no por lo que pudo haber hecho Alberto Fernández y su gabinete en apenas 2 años, pero eso ¿que le importa al electorado que vota con el bolsillo?, lo cual es muy legítimo y respetable. Le importa absolutamente nada y lo demostró en las urnas.
La gente quiere soluciones, los peronistas (ese tercio del palo como se dice vulgarmente) no exigen demasiado y lo poco que exigen seguramente traerá votos a favor si es percibido por el resto: poder comerse un asadito los fines de semana, tener un auto no de lujo y poder ir de vacaciones a Mar del Plata. De lo contrario, el voto péndulo seguirá siempre, volverán los otros y al tiempo volveremos a votar a estos…
¿Qué hace y que ha hecho el Gobierno para revertir esto de que un kilo de asado cueste $700? Por ahora se nota poco, porque las cosas siguen igual. ¿Hay tiempo?, claro que lo hay tiempo, pero la reacción deber ser inmediata, ahora. ¿Cómo? La fórmula no la tengo porque soy un representado por este gobierno al que voté, no un gobernante o un funcionario.
Lo que sí estoy seguro es que hay que convencer a que vayan a votar los 11 millones que en estas PASO no fueron porque, en su gran mayoría, están desilusionados, y que si no se hace algo para mejorar los bolsillos, con el tercio no va a alcanzar para lo que viene.