El Obelisco, en la óptica de los patrimonialistas, fue un monumento malparido, pues su rápida construcción -31 días- en el otoño de 1936 se realizó en el sitio donde 5 años antes se había demolido una iglesia que tenía 170 años de vida y una enorme carga simbólica. También lo fue para los demócratas, ya que la destrucción del emblemático templo católico y la erección de la pirámide fue decisión de un gobierno ilegítimo.
Vayamos por partes. En la esquina de las actuales y porteñas Corrientes y Carlos Pellegrini, desde 1733 existía la Capilla de San Nicolás de Bari, la cual fue ‘reconstruida’ en 1767 como iglesia. ¿Y qué sucedió allí? En su torre, el 23 de agosto de 1812 se izó por primera vez en la Ciudad de Buenos Aires la bandera nacional. Creada por Manuel Belgrano, guió al ejército del norte hacia los triunfos claves en las batallas de Tucumán y Salta, fue el estandarte de las huestes de José de San Martín en el Cruce de la Cordillera -considerado una de las mayores gestas militares de la historia mundial-, así como de todos los patriotas que nos liberaron del yugo español.
Pero como Buenos Aires supo rechazar la creación de la bandera en aquellos primeros años del siglo XIX, quizás a sus descendientes no les quedó un espíritu muy patriota que digamos, por lo cual, en el auge de la Década Infame nacida a partir del primer golpe de Estado de la historia nacional -6 de septiembre de 1930, contra el presidente radical Hipólito Yrigoyen-, optaron por tirar abajo la espléndida iglesia, en 1931, en nombre de “la modernidad”. En ese solar, luego se levantó un monumento para conmemorar la primera fundación de la Ciudad.
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Lo concreto es que a finales de 1931 se demolió la Iglesia de San Nicolás de Bari junto a gran parte de nuestra historia grande, para dar paso a la traza popularmente conocida como Diagonal Norte (“La historia de la iglesia de San Nicolás de Bari, un ícono cultural que fue demolido hace 90 años para cederle el lugar al Obelisco”, por Marcelo Izquierdo, 21 de diciembre de 2021).
Durante la intendencia de Mariano de Vedia y Mitre en la ciudad porteña (1932-1938) se decidió avanzar “en las obras viales más relevantes, como el trazado de la Costanera Norte y el de la avenida Juan B. Justo, y el ensanche de las avenidas Vertiz (del Libertador), Centenario (Figueroa Alcorta), Corrientes y, sin dudas, la que despertó mayor expectativa y polémica: la apertura de la avenida 9 de Julio”. La construcción de la 9 de Julio es una “novela con todos los condimentos”, que este medio contó con lujo de detalles en la nota que puede leerse aquí. Sólo recordar que la avenida “se comió” 28 manzanas y varios sitios de enorme valor histórico y cultural.
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Como se sabe, en aquel tiempo (y por mucho tiempo más) a los intendentes porteños los nombraba el presidente de la Nación. Mariano de Vedia y Mitre fue designado por el general Agustín P. Justo, quien en 1931 fue elegido presidente en unas elecciones que no contaron con la presencia del proscripto partido político mayoritario, la UCR. El militar golpista, apoyado por las compañías petroleras trasnacionales -promotoras centrales del derrocamiento de Yrigoyen-, profundizó una década y fracción caracterizada por la corrupción a gran escala, el fraude electoral y la extensión del desempleo y la pobreza.
“En unos pocos años, Buenos Aires vivió una vorágine de demoliciones en nombre de la modernidad, donde el resonar de la piqueta no dejaba oír las voces de los damnificados por el derrumbe de su casa, comercio o incluso iglesia. Esas demoliciones fueron producto del ensanche de las avenidas Belgrano y Corrientes, pero, sobre todo, de la traza de la avenida Norte-Sur (hoy, 9 de Julio)”, subrayó Matías Aizenberg en un número de la revista que publicaba el Archivo General de la Nación.
El 3 de febrero de 1936, a 400 años de la denominada “primera fundación de Buenos Aires” a cargo de Pedro de Mendoza, el intendente Mariano de Vedia y Mitre decretó la “ejecución de una obra de carácter extraordinario, que señale al pueblo de la República la verdadera importancia de aquella fecha”.
El monumento que recordaría que el conquistador español Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires en 1536 -luego refundada por otro conquistador español, Juan de Garay, en 1580-, fue encargada al arquitecto modernista Alberto Prebisch y consistió en una “simple y honesta estructura geométrica (de hormigón), que es la forma de los obeliscos tradicionales”, definió el creador.
La construcción estuvo a cargo de un consorcio alemán:
- Lo hizo en 31 días, lo que se consideró un tiempo récord.
- Trabajaron 158 obreros.
- Costó 200.000 pesos moneda nacional.
Se comenzó a levantar donde lució desde el siglo XVIII la Iglesia San Nicolás de Bari cuando despuntaba el otoño de 1936, y se inauguró con pompas el 23 de mayo del mismo año.
Desde el minuto uno, el Obelisco tuvo más detractores que defensores. Hasta que los primeros encontraron la ocasión perfecta para decidir su derribo: el 20 de agosto de 1938 hubo un acto oficial y, al día siguiente, se desprendieron algunas lajas de su superficie con el enorme peligro que ello significó. En su lugar, por seguridad, se puso revoque de cemento. Una de las lajas caídas era la que nombraba a Alberto Prebisch como el arquitecto responsable.
Para entonces, los popes de la Década Infame habían elegido un nuevo presidente, Roberto Ortiz, quien eligió para la Ciudad de Buenos Aires a su intendente, Arturo Goyeneche.
Que se derribe en 10 días
Pero el Concejo Deliberante arrastraba un importante encono contra el Obelisco, sazonado por una pésima relación con el ex jefe comunal Mariano de Vedia y Mitre. Fue en ese contexto que, el martes 13 de junio de 1939, por una abrumadora mayoría de 23 votos contra 3, el Concejo dictaminó que el monumento debía ser demolido en un plazo no mayor a 10 días.
Esos 10 días fueron tremendos. El tema se derivó a la Cámara de Diputados de la Nación. En el interín, se expidieron diversos organismos porteños y nacionales y, desde ya, la prensa. Las opiniones estaban divididas. Unos hablaban de una obra “consagrada por la voluntad popular”, como el diario La Razón, y otros de un adefesio construido de manera ilegal y por capricho de Mariano de Vedia y Mitre, como el periódico socialista La Libertad (Daniel Balmaceda, La Nación, 15/05/2023).
Cuestión que, al no tener entonces la Ciudad de Buenos Aires autonomía alguna, pues dependía del Poder Ejecutivo Nacional, se facultó al intendente Goyeneche a vetar la ordenanza que ordenaba la demolición del Obelisco.
Hasta hoy, en su frente norte, lleva la siguiente inscripción: “En este sitio, en la torre de San Nicolás, fue izada por primera vez en la ciudad la Bandera Nacional el XXIII de agosto de MDCCCXII (1812)”. A ello quedó reducida la antiquísima historia de la magnífica Iglesia de San Nicolás de Bari y la jura de la bandera de Manuel Belgrano cuando despuntaba el siglo XIX. En fin…