La imagen de lo que nos ocurre tiene una alteración temporal. La luz viaja a 300.000 kilómetros por segundos. Eso significa que un haz de luz puede dar casi diez vueltas alrededor de nuestro planeta en un segundo de tiempo.
Se dice que no hay nada más veloz que la luz. Entiendo que ha de ser así, al menos desde el conocimiento científico. Sin embargo, un rayo de luz que demoró un segundo para recorrer 300.000 kilómetros, tiene una fuente de energía. Si la misma es extinguida, la ausencia de luz también tardará otro segundo para recorrer la misma distancia. Podría decirse entonces que la no luz viaja a la misma velocidad.
Una alteración temporal en el espacio-tiempo que están directamente relacionados con la matemática, que permite combinar a uno con el otro, que están dependidos de manera directa. Allí se representan todos los sucesos físicos del Universo. Las palabras unidas “espacio-tiempo” resuenan en nuestros oídos como algo cotidiano.
El siglo XX le debe agradecer al genio de Albert Einstein, porque determina con su teoría que el tiempo no puede estar separado de las tres dimensiones espaciales, sino que al igual que ellas, este depende del estado de movimiento del observador. En esencia, dos observadores medirán tiempos diferentes para el intervalo entre dos sucesos, la diferencia entre los tiempos medidos depende de la velocidad relativa entre los observadores.
Para que yo ahora esté escribiendo esta columna debieron suceder varios acontecimientos. Iniciemos con el principio de todo: el Big Bang. De la nada misma se creó el Universo conocido. Una serie de acontecimientos que dieron lugar a galaxias, estrellas, planetas. Así se llega a nuestro diminuto y casi inexistente planeta tierra. Lo expreso sin ánimo de ser peyorativo. Sino basado en la realidad de los tamaños. Hay miles de millones de estrellas solo en nuestra galaxia que se llama Vía Láctea. Por ejemplo, la estrella Rigel es tan grande, que nuestro sol en comparación es como un grano de azúcar al lado de una pelota de tenis.
No se trata de un tema de volúmenes, sino de milagros. Vuelvo por eso a este momento en que escribo. Demasiadas cosas han pasado para que habitemos en este instante de la vida. Entre Usted que lee y yo hay un espacio-tiempo de exactitud. Usted debió nacer un día determinado, a una hora concluyente, para que ahora como magia podamos tener esta conexión. Un hecho simple, pero que tiene una historia de millones de años, tan remota que atraviesa a nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, todos los ancestros que han definido este relámpago de nuestro espacio-tiempo.
Todo es tan relativo, que no es verdad esa afirmación que dice que “uno más uno es dos”. No lo es, porque uno más uno puede ser uno. Para comprobarlo sólo debe tomar un gotero y llenarlo de agua. Luego vuelque una gota. Allí podrá ver ante usted la gota esférica. Tiene allí una gota. Ahora encima de esa gota vuelque otra gota. Tendrá una esfera más grande. Pero seguirá siendo una gota. Entonces puede afirmar que uno más uno puede ser uno.
Los hechos de nuestros días son ni más ni menos que los acontecimientos de un momento exacto del milagro de nuestras vidas. Así como un día, por ese mismo portento, el 22 de junio de 1986 al mediodía, millones de personas pudimos ver los dos goles de Diego Armando Maradona a los ingleses. El hecho también demuestra que uno más uno tampoco es dos. Es la gloria de haberles ganado a quienes, como antiguos piratas, robaron territorio que nos pertenece. La gloria de haberlos dejarlos afuera de un mundial de fútbol, para luego ir a la final y ganarles a los alemanes. La gloria de haber gritado con desesperación infinita esos dos goles. La gloria de haber sido campeones de todo nuestro microscópico planeta. Pero único para nosotros.
¿Acaso no es pieza de un prodigio que Diego Maradona haya nacido en el mismo suelo que nos identifica como argentinos? Sin dudas es la pieza de una línea de eventos que nos llevaron a ese intervalo de ese tiempo de junio de 1986, que indisputablemente nos dejó con el corazón estriado cuando una alteración, el 25 de noviembre de 2020 a eso de las 13:00, nos mostró la noticia de su muerte, que empezó a dar la primera vuelta a la tierra a la velocidad de la luz.
¡Gracias por todo Diego!