esculturas pereyra iraola
Cuando los Pereyra Iraola fueron una de las familias más poderosas del país, tuvieron en una de sus estancias un parque de estilo francés donde relucieron piezas escultóricas de enorme valor. Hace unos años, vecinos del barrio cerrado El Carmen (otrora parte de los dominios de los Pereyra Iraola) hallaron esas piezas, las cuales, a pesar de su entonces avanzado estado de deterioro, hablaban por sí solas acerca de su inconmensurable valía. Así las cosas, en 2018 convocaron al escultor e investigador Juan Carlos Manchiola, quien tomó el camino de la restauración y les devolvió el brillo que conocieron en la década de 1880, cuando un miembro de la familia las hizo traer de Europa
Fue Leonardo Higinio Pereyra Iraola quien hizo traer las dos esculturas de El León y la Serpiente (del artista neoclásico francés Antoine-Louis Barye); la escultura fuente-Pavo Real Blanco con Pichón, de autor anónimo pero cuyo original se halla en Kasteel Staverden, municipio de Ermelo, Países Bajos, y una de las dos Urnas que tienen grabada la imagen de El Rapto de Proserpina (una obra emblemática de 1621-1622, es decir, pleno Barroco).
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Manchiola comprobó que se trataba de esculturas “largamente centenarias” que fueron instaladas “entre 1893 y 1896”, contó el investigador a este cronista en mayo de 2020, tras realizar un exhaustivo estudio de las piezas.
Literalmente, lograron ser rescatadas de la perdición. En parte gracias al espíritu patrimonialista de vecinos de El Carmen y, fundamentalmente, a la “escuela restauradora” del artista egresado de la UNLP y postgraduado en la UBA.
Explicó: “De un modo muy asequible, diremos que hay dos axiomas: conservar y restaurar. El primero propone la conservación de lo antiguo tal como está, conduciendo a su desaparición. El segundo implica recuperar y poner en valor las piezas escultóricas, así como los edificios y monumentos que conforman el patrimonio cultural y paisajístico. Eso hice en El Carmen”, definió Manchiola.
“El patrimonio no existe por sí mismo. Determinadas cosas se convierten en patrimonio sólo cuando un grupo de personas les da real importancia, las reconoce como tal, se apropia culturalmente de ellas. En suma, les da valor cultural y social, significado”, explicó el catedrático.
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El comienzo de todo
“Durante muchos años, esas piezas estuvieron abandonadas a su suerte, al punto que sufrieron el saqueo de habitantes de la finca”, resaltó el artista, para indicar que, en su opinión, “no dejar morir el registro es el máximo valor que impulsó el trabajo de restauración y puesta en valor en el barrio El Carmen”.
Las esculturas que encontraron los vecinos del barrio El Carmen tenían entre 5 y 7 milímetros de hongos, bacterias y otros organismos. El estado de deterioro era muy grande, lo que habla también del enorme trabajo que debió realizar el escultor platense Juan Carlos Manchiola para restaurar esas joyas del siglo XIX
Ahora bien, ¿cuándo y cómo comienza toda esta historia?
El escultor platense contó que “el 21 de junio de 1850, Doña Juana Rita Pinto de Ximénez, viuda de Don Pedro Capdevilla y con la venia de su segundo esposo, Don Faustino Ximénez, formalizó con Simón Pereyra la venta de estos terrenos ‘con todos los demás de tierra alta’”, tal cual dice el texto originario. Fue de ese modo que se incluyó en dicha venta a la estancia San Juan, anteriormente llamada Las Conchitas y con una extensión de 13 mil hectáreas.
A partir del año 1860, la hacienda se erigió “en la cabaña madre de los Hereford de nuestro país, una de las razas de bovinos productores de carne más importantes del mundo”.
Leonardo, el amante del arte
Simón Pereyra se casó con Ciríaca Iraola y tuvieron un solo hijo, Leonardo Higinio, quien fuera presidente de la Sociedad Rural Argentina entre 1882 y 1884 como, claro está, cabeza de una de las familias más poderosas de la Argentina. “Junto con los Anchorena, los Alzaga y otros pocos fueron dueños de unas 100.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires”, puntualizó.
Dos años después de adquirir las vastas y ricas tierras, Simón Pereyra murió. En 1852 heredó Leonardo Higinio, su hijo único.
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“Fue Leonardo Higinio quien inició el proceso de adecuación del establecimiento al nuevo orden de producción en la segunda mitad del siglo XIX”, narró Manchiola, para comentar que “un problema que debió enfrentar fue el del cacique Calfucurá, cuyas luchas por las tierras jaquearon a los hacendados. En 1870, cerca de Tres Arroyos, una incursión de sus hombres finalizó con muertos, cautivos y el robo de más de 50.000 cabezas de ganado. Entre los damnificados se encontraba Leonardo Pereyra, con 3.200 animales. Es por ello que las estancias poseían infraestructura para protegerse. Por ejemplo, los grandes enrejados originales de las puertas y ventanas del casco de la estancia San Juan fueron colocados como protecciones contra las incursiones indígenas”, detalló.
El gran reparto de tierras
Leonardo Higinio Pereyra Iraola falleció el 12 de marzo de 1899 y, por testamento, repartió sus tierras entre sus dos hijos y sus cuatro hijas: Leonardo Rafael, el mayor, recibió el casco y el parque iniciado años antes. Martín, la estancia Santa Rosa. En tanto que las hijas recibieron terrenos menores que dieron origen a otras cuatro estancias: La Porteña, Abril, El Carmen y Las Hermanas.
“Las valiosas piezas escultóricas se hallaron, en rigor, en lo que fue la estancia Las Hermanas, lo que ocurre que, con el tiempo, ésta fue anexada a la estancia El Carmen”, detalló el artista.
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De Perón y el parque público a los barrios privados
En el año 1948, el primer gobierno peronista expropió la estancia San Juan para crear el Parque Pereyra, hasta hoy de dominio público.
“A partir de la década de 1970 comenzaron a adquirirse las primeras parcelas a los descendientes de la familia Pereyra Iraola, que todavía tenían jurisdicción y dominios sobre la parte noroeste de esas tierras. Con los años, los predios se convirtieron en barrios privados”, apuntó el escultor, para aseverar que “uno de los valores más apreciados de ese lugar lo constituye el casco de la estancia El Carmen (ver foto principal de esta nota), una construcción arquitectónica del siglo XIX que sigue los lineamientos estilísticos del casco de la estancia San Juan (hoy en el predio de la Escuela de Policía Juan Vucetich), de la estancia Santa Rosa y de otras de importante envergadura”, describió.
Manchiola especificó que la fuente que ‘cobija’ al Pavo Real no es original. “Leonardo Pereyra Iraola hizo traer de Europa la escultura del ave y luego se le construyó la fuente”, dijo el escultor que, allá por 2018, puso en valor el conjunto que hoy luce como hace casi 130 años.
A los costados de la casona, bajo añosos y enormes árboles, se encontraban dos réplicas de El León y la Serpiente, la emblemática obra del francés Antoine-Louis Barye, hoy en el Museo del Louvre de París y con reproducciones en los más prestigiosos museos del mundo: también fueron restauradas por el artista local.
El viaje a Europa en 1852
Las piezas que componen el conjunto patrimonial del barrio El Carmen fueron armadas en el lugar en el siglo XIX, apuntó Manchiola, para realzar que no hay documentación ni archivo familiar que permita rastrear todo su recorrido, desde la adquisición en adelante. “No obstante, de acuerdo a distintas fuentes, en 1852 -año de la muerte de su padre-, Leonardo Higinio Pereyra Iraola realizó un viaje cultural a Europa donde se interiorizó de las características paisajísticas de los palacios de Francia y los Países Bajos”.
“Es por ello que, en 1861, contrató al paisajista belga Carlos Vereecke, quien desarrolló una extensa labor en los alrededores de distintas propiedades de Buenos Aires y ejecutó trabajos de parquización en los cascos de las estancias”, narró.